Por Carlos Rilova Jericó
Quienes siguen fielmente este correo de la Historia, ya sabrán que muchas veces lo que cuento aquí tiene su origen en lo que se dice en eso que, genéricamente, llamamos “las noticias”. Es decir, cualquier cosa que se haya contado en un telediario o en un periódico y que, de algún modo, roce con la Historia. Esta semana han sido dos noticias las que han respondido a ese patrón.
Una fue una de esas que podríamos llamar “de relleno”. La emitieron por televisión a mediados de la semana pasada. Se trataba de la investidura del, pese a su bonhomía constante, polémico presidente de Bolivia Evo Morales.
La otra la emitieron desde el viernes a la mañana todos los telediarios matinales. Desde el de Antena 3 hasta el de Telecinco, pasando por la cadena estatal TVE.
Se trataba del mitin de cierre de campaña de Syriza que, como ahora ya sabemos, ha confirmado su prevista victoria para espanto de cancilleresas alemanas -que aún así no reconocen su política de austericidio como un total fracaso-, fondos buitre y afines que hoy devoran Grecia casi como aquel horror alado enviado por Zeus vengativo a devorar a Prometeo por haber osado revelar a los míseros mortales el secreto del fuego… (Para que luego digan que la cultura clásica no enseña nada útil).
Pero divago. Lo que más me llamó la atención en ese mitin, que es de lo que quería hablar, fue la presencia en el mar de banderas que saludaban a Alexis Tsipras, y a sus amigos españoles de Podemos, de, al menos, una bandera republicana española.
Luego volveremos sobre ella. Ahora vamos a centrarnos en la primera de las noticias de las que hablaba. La que hace relación a la investidura de Evo Morales.
Ésta se hizo con ropajes de época. En este caso, según parece, del período de la cultura Tihuanaco anterior a los incas y los españoles y en el marco incomparable de unas ruinas de esa civilización.
De esa guisa, el nuevamente presidente de Bolivia se arrancó a dar su propia interpretación de la Historia de América señalando que durante el período imperial español más del 50% de la población autóctona desapareció… exterminada por los conquistadores españoles. Desaguisado histórico que él ahora estaría reparando devolviendo el poder a los descendientes de aquellos masacrados, cosa que debería quedar bien clara por el hecho mismo de celebrar su investidura con aquellos ropajes y en aquel lugar.
Desconozco si Morales matizó un tanto esas afirmaciones. Los telediarios no suelen ser muy dados a desaprovechar la oportunidad de tomar la parte por el todo y dejar como perfectos bocazas a personajes tan molestos como Morales. Aún así yo apostaría a que no, a que el presidente boliviano no matizó nada. Más que nada porque su discurso político siempre ha sido ese, el de que, como nativo americano que es, ha venido para devolver el poder arrebatado a sus congéneres por los españoles…
Y ahí es donde chirría la cosa, donde roza con la Historia y rasga la bella toga de Clío y nos toca a los historiadores defender a nuestra musa.
El discurso de Morales puede ser muy eficaz políticamente, pero no es veraz desde el punto de vista histórico.
En primer lugar porque la cultura Tihuanaco-Huari fue tan imperialista o más que la inca o la española. En segundo porque la política española en las tierras conquistadas no fue -y los hechos lo demuestran- de genocidio sistemático. De hecho, parte de las clases altas azteca e inca fueron asimiladas -véase el caso de literatos como Guamán Poma de Ayala o el inca Garcilaso- y porque la mayor parte de las muertes ocasionadas fueron en combate cuando esas mismas oligarquías azteca e inca se resistieron a perder un dominio imperial que, a su vez, habían impuesto a sangre y fuego sobre otros pueblos.
El resto fue cosa de epidemias y de las mismas causas que bajo el imperio inca y azteca. Es decir: de sobrexplotación por el trabajo en beneficio de una clase dominante, en muchas ocasiones, como decía, asimilada, mezclada con los propios conquistadores españoles cuando estos quedaron dueños del terreno.
Lo demás es Leyenda Negra de la que habría que hablar en otro artículo.
Por otra parte Evo Morales parecía olvidar algunos hechos fundamentales. Por ejemplo que las oligarquías criollas, que ahora hace doscientos años expulsaron a los españoles, fueron más feroces que estos en esa política de aniquilamiento del “indio”.
Un sólo ejemplo: entre 1833 y 1885 en Argentina se liquidó a los pueblos nativos que habían sobrevivido durante todo el período colonial en la zona de las pampas. Fue el equivalente, casi exacto, a lo que los estadounidenses hacen en sus propias “pampas” en esas mismas fechas. De paso, como me decía en una ocasión una colega argentina, se “reventó” en operaciones como esas a todos los negros que en aquel país había, mandándolos a primera línea. Vestidos, eso sí, con impecables uniformes estilo Segundo Imperio francés -del quepis rojo a los pantalones bombachos- prueba suprema en aquel entonces de ser un pueblo “civilizado”. Lean el poema de Martín Fierro, o el cómic “El gaucho” de Manara y Pratt y verán el fenómeno en todo su detalle, en todos esos matices que el discurso de Evo Morales olvidaba no sé yo porqué junto con Bartolomé de las Casas, las Leyes de Indias…
Y dicho esto volvamos al mitin de Tsipras y a la bandera republicana española. Se trata de otro hermoso ejemplo de cómo cierta parte del pasado es liberada por algunos libertadores de hoy día de todos sus detalles, de todos sus matices negativos.
No cabe duda de que la bandera republicana, por causa de cómo acabó la guerra civil de 1936-1939, tiene un prestigio que la roja y amarilla no tiene, siendo identificada ésta, todavía hoy, tras más de treinta años de democracia, con una dictadura.
Es una verdadera lástima porque ni nuestra tricolor es tan buena ni la rojigualda debería ser identificada con la dictadura que, al fin y al cabo, sólo usurpó durante cuarenta años esa enseña que databa de 1785.
Sí, han leído bien, la tricolor republicana, a pesar de lo que muchos parecen creer hoy día en España -o en mítines de Syriza- tiene una Historia que no siempre fue brillante. Representa, sí, a un régimen que se dedicó a abrir escuelas públicas y a tratar de hacer avanzar social y económicamente a España, pero también representa la incapacidad para entenderse con determinados sectores de la sociedad española y la carrera hacia el abismo de la guerra civil. Durante unos dos años, de 1934 a 1936, además, fue la bandera de un gobierno salido de un partido filonazi -la CEDA de Gil Robles, que poco tenía que envidiar a los hitlerianos- y de un presidente de dicha república que era un estafador de siete suelas: Alejandro Lerroux.
Antes de agitar la bandera tricolor creyendo que es la solución a todos nuestros problemas lean, por ejemplo, “El emperador del Paralelo” del profesor Álvarez Junco.
Más que nada para que sepan que la Historia está llena de matices traicioneros que deberían hacernos pensar si lo que parece hoy una solución no puede acabar convirtiéndose, por mero desconocimiento de la Historia, en un grave problema mañana, como lo fue el tortuoso camino político que llevó al despeñamiento de la Segunda República española. O en una insidiosa falacia, como la del genocidio nativo americano perpetrado sólo por “españoles” que algunos, como el presidente Morales, han convertido en una bandera que, como la mayoría, se deja los detalles y los matices -tan necesarios- por el camino, convirtiéndonos en un rebaño ciego que tiene que creer y no razonar si “esto” es, o fue, o será, mejor que lo “otro” sólo porque sí. .