Seguramente muchos de vosotros recordaréis que, allá por el año 2010, algunos agentes de la Guardia Civil realizaron una huelga de “bolígrafos caídos”, dejando de sancionar a los conductores que habían realizado alguna infracción. Esta huelga era una protesta por los recortes de salarios que el gobierno de Zapatero introdujo en el mes de mayo de 2010 para atajar el déficit público.
Ya en su momento, el director general de Tráfico mostró su preocupación por el efecto que la huelga de bolígrafos caídos podría tener sobre la seguridad vial. El argumento es sencillo: si hay muchas menos probabilidades de que se sancione a los conductores, aumenta el riesgo de que se conduzca más rápido, que se beba alguna copa antes de coger el volante, o que se hable más por el móvil mientras se conduce. Lógicamente, todas estas acciones aumentan el riesgo de que se produzca un accidente. Pero, ¿en qué cuantía? ¿en qué medida el temor a que nos sancionen aumenta la probabilidad de que respetemos las normas de tráfico y, con ello, se reduzca el riesgo de que ocurra un accidente?
Responder a estas preguntas no es sencillo. Una estrategia podría ser recoger datos sobre el número de accidentes de tráfico y el número de multas en una región, y analizar si un mayor número de multas está relacionado negativamente con el número de accidentes. Sin embargo, este análisis se enfrenta a lo que se conoce como un problema de simultaneidad. Es probable que las regiones que sufren un mayor número de accidentes de tráfico sean también las que destinen un mayor número de policías a controlar el tráfico y sean también las que impongan un mayor número de multas. En estas circunstancias, es difícil realizar estimaciones certeras. Para hacerlo, necesitamos, como en el caso de mi post anterior, un experimento natural.
El experimento natural que se ha utilizado para analizar la relación entre las multas y los accidentes de tráfico es un despido masivo de policías de tráfico que se produjo en el Estado de Oregón, Estados Unidos, en el año 2003. Debido a problemas de financiación, el gobierno estatal despidió al 35% de los policías de tráfico. A consecuencia de este despido, las multas de tráfico se redujeron alrededor del 37%. Sin embargo, la menor probabilidad de ser multado tuvo consecuencias muy graves sobre los accidentes de tráfico. Según las estimaciones realizadas por los profesores De Angelo y Hansen, los accidentes de tráfico mortales en Oregón se elevaron hasta un 26%.
Este estudio confirma que el riesgo de ser sancionados contribuye de forma muy significativa a que los conductores respeten las normas de tráfico. Aunque nos da mucha rabia pagar multas, cuando lo hagamos debemos recordar que son un instrumento muy poderoso para salvar vidas.