Durante el mes de agosto, pasamos algunos días en familia en territorio estadounidense.
En algunas ocasiones, nos sentamos para comer en un restaurante donde te sirve una persona en la mesa. Hasta allí, todo igual que en Europa. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría del continente europeo, en los Estados Unidos se espera que dejes una propina consistente al pagar la cuenta.
Por mucho que un@ sepa por experiencia que dejar propina es una costumbre en los Estados Unidos, observar como de institucionalizado está este habito allí y la cantidad de propina que se supone que des después de un servicio, no deja de ser una cosa curiosa para un@ de fuera.
Desde el inicio de la pandemia, parece que se ha establecido la norma de dejar una propina del 20% sobre la factura base. En algunos establecimientos, esta cantidad se incluye automáticamente en la cuenta (aunque también te dan la opción de dejar una propina adicional), mientras que en otros lugares se presenta como algo opcional en la factura. No obstante, en este caso muchas veces sugieren que dejes una propina entre el 15% hasta el 25% sobre la cuenta base. En otras ocasiones, no se detalla nada en la cuenta, pero el camarero o la camarera de turno se encarga de recordarte que existen ciertas normas no escritas que se espera que los clientes cumplan en los Estados Unidos.
Este ‘fenómeno’ de las propinas me produce pensamientos contrapuestos. Por un lado, si el personal que atiende al público no recibe un salario de base digno y hace su trabajo de manera correcta o muy bien, es difícil no sentir empatía y compasión por ellos, lo cual te incita a actuar de forma bondadosa y querer cuidarles. Por el otro, tiendo a pensar que, si estas personas no pueden subsistir con lo que les paga su patrón, es un problema de relaciones laborales entre empleados y empleadores, y deberían resolverlo entre ellos sin involucrar a los clientes. De por medio puedo escuchar una voz de mi interior que dice: “La propina no es una cuestión de caridad, sino una ‘convención’, y en los EE. UU. las cosas funcionan así: ¡infórmate!”, a lo cual otra voz en mi interior puede contestar: “Pues entonces, seamos claros y transparentes: ¿por qué -si se supone que el precio final es con una propina (de facto obligatoria y con un porcentaje más o menos preestablecido) incluida- no me presentan una carta de menú con los precios que ya incluyen la propina (y de paso: las tasas adicionales que típicamente tampoco aparecen en las cartas)?”
En paralelo está la cuestión del significado del término “propina” (o “tip”): ¿es voluntario u obligatorio? Si exploramos la etimología o la connotación original del término, es un acto voluntario y facultativo. Sin embargo, en los Estados Unidos, no se presenta de esta manera en la práctica.
Dado este contexto, decidí investigar si había habido estudios que analizaran la costumbre de dejar propinas en varios países desde la perspectiva del modelo de Hofstede. Y, como era de esperar, encontré varios artículos al respecto.
Fun fact: descubrí a un autor que durante más de 20 años había sacado publicaciones basadas en “tipping behaviour”. O sea: literalmente haciendo carrera a golpe de propinas 🙂
Uno de los estudios más recientes al respecto es este (de Mutanga et al., 2021).
Basándose en datos de 46 países y análisis de regresión múltiple, llega a la conclusión de que en culturas con una alta puntuación en las dimensiones de PDI (Accesibilidad de cargos altos por parte de personas con una posición baja dentro de una misma organización o jerarquía) e IDV (Individualismo), existen grandes expectativas en cuanto a dejar propinas. Asimismo, en países caracterizados por una baja puntuación en LTO (Orientación a largo plazo) es donde también se tiende a dejar propinas. Las otras dimensiones del modelo de Hofstede, como MAS (Masculinidad), UAI (Rechazo a la ambigüedad) e IND (Individualismo/Colectivismo), no mostraron una influencia significativa en los hábitos de propina según Mutanga et al. (2021).
Aunque el veredicto estadístico no tiene fallos y, remitiéndonos a los datos y sus resultados, “las cosas son como son”, en el caso concreto de los EE. UU. como país por excelencia en cuanto a dejar propina (i.e., Lynn et al., 1993, establecieron que, entre 33 profesiones de servicio, los EE. UU. era el país donde para mayor número de estas profesiones se dejaba propinas: 31 + Jahan, 2018, determinó que es el país donde el nivel de propina -en porcentaje sobre la cuenta de base- está en lo más alto), estos hallazgos no explican del todo el génesis y el porqué de su gran cultura de propina.
Es decir: desde luego es un país con un score alto sobre la dimensión IDV (Individualismo) y una puntuación baja sobre LTO (Orientación a largo plazo), pero no se caracteriza por un score alto sobre PDI (Accesibilidad de altos cargos). Asimismo, es cuestionable que la dimensión LTO tenga mucho poder explicativo con relación al tipping behaviour, por mucho que la regresión múltiple de Mutanga et al. (2021) encontró una correlación entre ambas variables.
En realidad, en el caso estadounidense es probable que la combinación de alto IDV (Individualismo) más alto MAS (Masculinidad) forma la raíz detrás de la proliferación del “propinar” tanto y en tantos oficios. Aunque entretanto se haya institucionalizado por completo, y ya no es tanto un asunto variar la altura de las propinas, ab initio la combinación de alto IDV – MAS da lugar a una sociedad tremendamente competitiva, donde el consumidor podía (y todavía puede) -y muchas veces querría- decidir a título individual si apremiaba o castigaba a un servidor. Al mismo tiempo, los servidores estaban acostumbrados (por no decir: se sentían motivados) por un sistema de gestión por incentivos.
Finalmente, es destacable que los Estados Unidos se caracterizan por una puntuación muy baja en la dimensión de UAI (Rechazo a la Ambigüedad). Esto puede contribuir a la aceptación de que cada individuo gane lo que merece, y no les choca tanto el desafío de tener que convencer a los consumidores de que dejen propina para un servicio prestado.
Moraleja: hacer un ‘sinpa’ nunca es simpático, pero si lo haces en los EE. UU. no solamente el dueño vendrá detrás de ti, sino también -y probablemente con más ímpetu- el/la camarer@.
Bart Kamp