Tras las anteriores elecciones generales del 28 de abril de 2019 reflexionaba en este mismo blog acerca de los ministerios del futuro con los que ya se está experimentando en algunos países. 7 meses más tarde, hemos tenido que volver a las urnas, y esto hace que me pregunte una vez más si, efectivamente, los gobiernos están capacitados para cumplir su función. La creciente pérdida de confianza en la forma en la que se entiende (y se ejerce) la democracia por los agentes políticos y por las instituciones públicas, la ruptura del contrato social, y la incapacidad de afrontar los retos sociales no hacen sino incrementar la inquietud de la sociedad acerca de la manera en la que los gobiernos deben abordar la política.
Para poder contribuir a este debate, NESTA (la fundación para la innovación del Reino Unido) ha editado un libro en el que se plantean un conjunto de visiones sobre cuál será el rol del gobierno en el futuro y cómo debería operar éste para poder alcanzar su misión, tomando como referencia el año 2030. En dicho documento abordan por ejemplo aspectos tales como la sanidad pública, el medio ambiente, la inteligencia artificial, la digitalización y la transparencia, la corrupción, el partidismo, o el papel de la ciudadanía en la formulación de políticas. A pesar de que el documento está fundamentado en el contexto británico, creo que los elementos sobre los que se debaten en el mismo son igualmente válidos para cualquier país.
Uno de los aspectos en los que se considera que los gobiernos deberán incidir de manera creciente es la comunicación de las decisiones políticas. ¿Por qué se adoptan ciertas políticas? ¿Para qué se van a implementar? ¿Cuántos recursos son necesarios destinar? En un contexto en el que la ciudadanía cada vez está más formada, y la digitalización va a permitir que crezca la participación ciudadana en la definición de las prioridades, la capacidad de articulación y de comunicación de los gobiernos parece que se convertirá en un elemento central de los gobiernos. En relación con la implementación de las políticas, se incide en que las estructuras de gobierno deben avanzar hacia la gestión inter-departamental, en lugar de una gestión intra-departamental como la actual (departamentos, ministerios, etc.). Los retos sociales a los que van a tener que responder las políticas son cada vez más complejos, por lo que la colaboración interdepartamental y la co-creación de las políticas con agentes sociales van a resultar necesarios para incrementar la efectividad, así como la legitimación de las políticas públicas. En este sentido, se apunta a que los empleados públicos pasarán a actuar como facilitadores que trabajan conjuntamente con los miembros de aquellas comunidades que se les encomiende para poder implementar aquellas soluciones que dichas comunidades requieran en aras de alcanzar su sostenibilidad económica, social y medioambiental.
Otro de los elementos que se considera que tendrá un mayor impacto sobre la función política es el tiempo. El documento hace referencia al impacto que el cambio tecnológico va a tener sobre la productividad, invitando al lector a imaginar cómo le gustaría orientar su vida en un contexto en el que el trabajo a tiempo completo tenderá a desaparecer. Dada la mayor disponibilidad de tiempo por parte de la sociedad, es de esperar que la sociedad busque democratizar la labor política, solicitando una mayor participación directa y una mayor inclusión social en la definición y gestión política. La apertura de los gobiernos y su disposición a compartir el poder con la ciudadanía serán elementos indispensables en la futura gestión pública.
Como ya se ha comentado con anterioridad, el documento incide sobre el papel que la digitalización y el acceso a la información en tiempo real tendrá sobre la definición de prioridades. La próxima llegada del Internet de las cosas permitirá que seamos capaces de cuantificar prácticamente el coste de cualquier fenómeno (económico, social, medioambiental) en tiempo real, lo que ofrecerá oportunidades claras para medir la escala en la que las decisiones políticas adoptadas (p.e. en materia fiscal) están permitiendo reducir la desigualdad o el cambio climático. De esta manera, la política se convertirá en un proceso experimental e iterativo, sujeto a un continuo testeo y evaluación por parte de la sociedad. Dado que la participación social será un elemento indispensable de la gestión política, la responsabilidad no recaerá exclusivamente en la clase política, por lo que la co-creación también conllevará una mayor co-responsabilidad.
Este proceso de co-creación no es algo que ocurrirá por arte de magia en 2030, sino que algunos países ya están empezando a experimentar con ello (pe.,los Países Bajos, Suecia, Finlandia, o Reino Unido). Los respectivos gobiernos de estos países ya han iniciado procesos que requieren de la participación e implicación activa de los agentes sociales, y en los cuales el proceso se va definiendo a medida que se va avanzando en el propio diseño (i.e.,you design as you do), ya que el gobierno no es capaz de anticipar a dónde llevará el proceso. Esto implica en primer lugar que los gobiernos deben admitir que tienen problemas que no saben cómo afrontar, y en segundo lugar, que la ciudadanía debe comprender y co-responsabilizarse que el gobierno no tiene respuestas para todo, y que por lo tanto hay una necesidad de participación activa, lo cual no es un requisito baladí.
Como muchas veces he comentado en el aula con nuestro alumnado al hablar del papel del estado, el futuro no está (pre)determinado. El futuro sólo será como nosotros queramos que sea, y por ello, la ciudadanía tenemos un rol fundamental a la hora de moldear la misión que queremos que tenga el estado, y la administración del mismo. Sin duda, el futuro en 2030 será distinto a cómo lo contempla hoy en día NESTA, pero, como el propio documento concluye, no hay mejor manera de incidir en cómo queremos vivir en el futuro que debatiendo en el presente sobre ello, ya que ello ya implica la democratización del futuro (it is better to think about the future than not; that in itself is democratising). Dada la “calidad” de los debates electorales, y la práctica total ausencia de propuestas serias y rigurosas sobre aspectos que van a marcar nuestro futuro como sociedad en temas tan trascendentales como el medio ambiente, la educación, la innovación, el empleo, la economía o las pensiones, creo que no estaría de más aprender de los británicos, y que como sociedad comenzáramos a plantearnos cómo queremos vivir en el futuro para así poder tener una base sólida sobre la cual preguntarnos si efectivamente, nuestros representantes políticos están capacitados en poder llevarnos sólo hacia dónde queremos ir.
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