Uno de los resultados fundamentales de la microeconomía es que la asignación de recursos que realiza el mercado es eficiente en el sentido de Pareto, esto es, no puede haber más intercambios que mejoren la situación de los agentes económicos (consumidores, trabajadores, empresas, …) sin empeorar la de otros.
Ahora bien, ese importante resultado, que subyace en la noción de la “mano invisible” que equilibra y regula la oferta y la demanda (por cierto, aunque la idea de la mano invisible de Adam Smith se relaciona típicamente con el mecanismo de mercado, es cierto que -según me recordaba un comentario relevante de mi compañero Bart- originalmente me recuerda que Adam Smith se refería a Dios en esta idea, más allá del propio mecanismo de mercado, tal como también el economista Robert L. Heilbroner sugiere que “La concepción críticamente importante de una mano invisible-una intervención indirecta de la Divinidad en los mecanismos de la vida social-se basa en la incapacidad de la razón humana para lograr la armonía social y económica por sí misma”) del “primer” economista de Adam Smith, se cumple cuando:
Además, un resultado eficiente no garantiza que sea equitativo en el sentido de que las desigualdades de renta y riqueza no sean excesivas. Una de las funciones económicas del sector público es, además de fomentar la eficiencia, fomentar la equidad.
Y el poder de mercado existe. El economista belga (profesor en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona) Jan Eeckhout ha publicado un interesantísimo libro sobre ello, “The profit paradox. How thriving firms threaten the future of work”. Hay distintas maneras de medir el poder de mercado y una de ellas es estimar el margen de beneficio bruto o mark-up. Se trata de la relación entre el precio del bien o servicio y lo que ha costado producir una unidad más del bien o servicio (lo que se conoce como el coste marginal). Así, por ejemplo, un mark-up de 1 indicaría que no hay margen de beneficio bruto (el bien se vende a su coste marginal), 1,2 indicaría que el precio es un 20% superior al coste marginal y así sucesivamente. El Gráfico 1 muestra la evolución del mark-up en Europa durante 1980-2016. Como se puede observar, la tendencia es claramente ascendente, salvo en el período post-Gran Recesión de 2008. La misma tendencia se observa en otras muchas partes del mundo. El poder de mercado ha aumentado: unas pocas empresas dominarían el mercado de un determinado bien o servicio. Podemos pensar en Facebook, Twitter, LinkedIn, Instagram o TikTok pero también en Amazon, Google, y seguro que se le ocurren al lector muchas más. Y estas empresas no existían hace pocos años.
Gráfico 1. Margen de beneficio en Europa, 1980-2016.
Fuente: Eeckhout, Jan; “The profit paradox”.
Jan llama a lo que está ocurriendo “la paradoja del beneficio” (the profit paradox). Ciertamente, las empresas lo han hecho bien para obtener esos beneficios a través de un servicio mejor, etc. (aunque también hay bastantes ejemplos de comportamientos muy negativos). Sin embargo, esas ganancias, que podrían haberse destinado a mejorar la vida de todas las personas, han empeorado las condiciones de trabajo, en la forma de salarios más bajos, lo que está probablemente relacionado con el menor peso de las rentas salariales en la renta nacional o el mayor grado de desigualdad, tal como hemos documentado en este blog.
Junto a ello, Jan es optimista, por todo lo que la mejora tecnológica ha traído y traerá consigo. No obstante, para evitar el exceso de poder de mercado, sugiere que las políticas públicas deben favorecer la competencia y erosionar el poder de mercado, pero esto es más fácil de decir que de hacer. Cerca del “poder” están los grupos de interés o lobbies con acceso a los centros de poder donde se deciden sobre estos temas.
Es hora de tomarse este asunto en serio, parafraseando en el título de este post a Rodrigo Rato …