Alberto Moyano
La denuncia por parte de Aralar de irregularidades contables en el
Museo Balenciaga de Getaria se ha resuelto por el momento con la
dimisión de Mariano Camio como vicepresidente de la Fundación y como
gerente de Berrueta-Aldamar, la empresa promotora. Camio ha tratado de
desvincular su dimisión de las supuestas irregularidades y ha alegado
motivos de salud.
Sí parece confirmado que en el Museo Balenciaga de Getaria había quien
se había especializado en hacer de su capa un sayo, los mismos que no
dan puntada sin hilo. La pequeña crisis también se ha llevado por
delante a la empresa Hemen Art, propiedad del arquitecto cubano Julián
Argilagos, a la que se acusa de facturar indebidamente 500.000 euros de
los cerca de 2.000.000 que ha cobrado.
Argilagos se dio a conocer por aquí como comisario de la exposición que
la sala Kubo dedicó en 2001 a Balenciaga precisamente. Hubo a quien le
gustó su trabajo en esta exposición y la especie sirvió para ocultar la
evidencia: todo visitante de la muestra veía su propio rostro y su
indumentaria superpuestos a los diseños del modisto, gracias a una
iluminación cuestionable.
Cuatro años después, volvía a aparecer en los medios el arquitecto
cubano, esta vez, como ideólogo del extravagante proyecto de crear una
«ciudad del arte, la alta tecnología y la moda» en Herrera, vinculado
al futuro Museo Rabanne. Lamentable se mirara por donde se mirara, el
proyecto incluía seis torres de 34 pisos con viviendas «de alto
standing» y dos hoteles de 52 plantas. La alcaldesa de Pasaia corrió a
desvincularse del estrambote y el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro
–en un auténtico alarde de compasión– lo calificó de «rayano en la
comicidad».
El episodio chusco sirvió también para sacar a la luz la extraña
titulación de Argilagos en Arquitectura, supuestamente obtenida en
Cuba, pero no convalidada en España –aunque ésta se hubiera realizado
de forma automática de haberlo solicitado el titular–, razón por la
cual «el proyecto de Getaria, que ha debido contar, para su
construcción, con el preceptivo visado colegial ha quedado registrado,
claro está, a nombre de otros arquitectos», denunció el Colegio de
Arquitectos, en lo que consideraba un ejercicio de «intrusismo».