Alberto Moyano

La acumulación de sangre en la pantalla conduce a la anestesia. Ésta podría ser una de las conclusiones que arroja el visionado de ‘La pasión’ de Mel Gibson, emitida anoche por Antena 3. El relato visual de las mil y una llagas de Jesús es un ejercicio estéril por cuanto a partir del vigésimo latigazo el impacto se traduce progresivamente en desinterés.

La tediosa película de Gibson, consagrada al esteticismo de la violencia a cámara lenta, limita al norte con las ‘snuff movies’ y al sur con el gore de línea clásica. El hecho de estar fielmente basada en las descripciones de los Evangelios no evita algunas imaginativas licencias a la hora de describir el tormento de conciencia de Judas o las tentaciones sufridas por el hijo del carpintero, a cuenta de una especie de caballero Jedi. Capítulo aparte merece la última escena, dedicada a una resurrección ‘sui generis’ en la que el crucificado vuelve a la vida con el cuerpo intacto -después de tamaña paliza- a excepción de los agujeros causados en la manos por los clavos.

A la misma hora en Teledonosti, ‘La séptima puerta’ debatía en torno a la cuestión de si Jesús fue un alienígena. Hubo mucha confusión en una charla en la que no faltaron las alusiones a la NASA, a J.J. Benítez, a las pinturas del Quatrocentto y a un extraño volumen de más de 2.000 páginas y autor ignoto, titulado ‘El libro de Urantia’. ¿Fue Jesús un extraterresre? Puede. En todo caso y tras ver el debate, todo apunta a que no más que cualquiera de nosotros.