Alberto Moyano

El conflicto vital entre parques públicos y jardines históricos marcó
anoche en Teledonosti el debate que reunió en ‘La ciudad se mueve’ al
alcalde donostiarra, Odón Elorza, al director de Patrimonio Municipal,
y a dos miembros de una asociación para la conservación del mismo.
La actuación municipal en materia de conservación del patrimonio
histórico es perfectamente discutible, pero la apología del jardín
solitario al que uno acude para borrarse del mundo y reencontrarse
consigo mismo resulta no sólo anacrónica –en las sociedades avanzadas
cuando uno quiere desaparecer se mete en una galería de arte–, sino
contradictoria: si el lugar es atractivo, la afluencia de gente es
inevitable; si, por el contrario, resulta inhóspito, fracasa como
parque o como jardín.
El debate también puso en evidencia una cierta tendencia a sobrevalorar
nuestro patrimonio. Así, resulta cuestionable que los atractivos del
Palacio de Aiete  alcancen como para convertirse en una atracción
visitable previo pago de una entrada. Es más: si se va a exponer cómo
vivían los señoritos, que se muestren también las dependencias del
servicio doméstico. Lo contrario podría ser una manipulación histórica
por omisión.
Los dos miembros de la asociación conservacionista, partidarios de la
insólita retroteoría de tomar la ciudad como una obra de arte en sí
misma, exhibieron unos conocimientos teóricos y prácticos sobre
jardines y parques realmente asombrosos, pero su irrefrenable tendencia
a impedir que los contrarios hablaran menoscabó la eficacia de su
discurso.