Alberto Moyano

La prensa informa hoy con generosidad en torno a la agresión que un
individuo cometió contra una menor ecuatoriana durante un trayecto en
tren. ‘El País’ entra al juego de perfilar al tal Sergi Xavier Martín y
titula: «Una persona violenta y sin ideología». Sin embargo, y al
margen de los testimonios más o menos fiables que sitúan al agresor en
el entorno de grupos xenófobos y racistas, lo cierto es que su
comportamiento en el tren –recogido por las cámaras de seguridad–
revelan sin ningún género de duda que sí posee una ideología. Como todo
el mundo, por otra parte. Y no hace falta entrar en calificaciones,
descalificaciones y etiquetas: su agresión no es indiscriminada, sino
que se dirige contra una mujer, menor de edad y extranjera. A partir de
ahí, decida usted mismo cuál es esa ideología.
En rigor, pocas personas de las que cumplen condena en prisión
–hablamos de delitos contra la propiedad o contra la salud pública–
acreditan una incapacidad de vivir en sociedad semejante a la de
Martín, que para colmo, ni con el móvil en la oreja es capaz de olvidar
sus pulsiones agresivas. Sin embargo, la amenaza del linchamiento
mediático sobrevuela su cabeza, entre llamamientos en favor del castigo
ejemplar.
Y parece claro que, sea cual sea la condena, el castigo será ejemplar
porque ya hay medios de comunicación que han ofrecido dinero a este
penoso ser para que cuente su versión ante las cámaras y, de paso, los
tertulianos puedan rasgarse las vestiduras en directo, al ritmo de los
politonos y los mensajes SMS. Y con el cambio de cadena, cambiará su
papel. Así, si un programa ejecuta en directo el linchamiento masivo,
su rival en la competencia apostará por mostrarle como una víctima,
abandonado al fin y al cabo por su madre en la infancia.
Y mientras, en tanto acuden a detenerle,  Sergi Xavier se toma unas birras en el bar para celebrarlo.