¿Es Donostia ciudad de viejos y ricos? La doble pregunta, con vocación provocativa, formulada anoche en la tertulia del ‘Keridos Monstruos’ de TeleDonostia, tiene respuesta rápida: sí, a la primera: ningún joven se cuestionaría a sí mismo en ese sentido. No a la segunda: los ricos huyen de la vejez como de la peste.

El intercambio de opiniones aportó un abanico plural de miradas sobre la ciudad. Por resumir, Boni Aldaya reivindicó la recuperación del derecho al ruido en el centro de la ciudad.
 
Juan Luis Etxeberría alertó contra el peligro, no de que la ciudad se convierta en refugio de viejos y ricos, sino de que quienes no lo son adopten esas actitudes.
 
Dionisio Pérez Villar reiteró su apuesta por la reconversión del Ayuntamiento en un cabaret y defendió con ardor el modelo proxeneta de desarrollo, basado en ofrecer la ciudad al turismo adinerado, mientras los indígenas se ocupan del sector servicios y leen en casa ‘Guerra y Paz’ en sus ratos de ocio, punto este en el que Ander Izaguirre mostró su discrepancia, al recordar que incluso los visitantes más modestos tienen algo que aportar.

Begoña del Teso amputó la pregunta original al cuestionar si San Sebastián es una ciudad o, en realidad, es varias ciudades. Mila Beldarrain se limitó básicamente a seguir muy interesada el debate en calidad de espectadora.

Hubo abundantes comparaciones con otras ciudades, todas ellas descomunales al lado de una San Sebastián cuyo drama no es tanto su tamaño, como su incapacidad de crecer.

El punto de frustración vino de la mano de esa llamada de algún espectador menor de veinte años que Mitxel Ezquiaga solicitó y que no llegó a producirse.

No obstante, la incomparecencia de jóvenes se debía, no fue porque este sector juvenil estuviera viendo ‘El internado’ en Antena 3, sino porque a esas horas andaría inmerso en múltiples actividades en los rincones de La Zurriola, en las discotecas de Madrid e incluso en las de Londres. Al menos, esta fue la optimista y creativa explicación de uno de los contertulios. La otra posibilidad es que no llamaran porque sus padres, que sí intervinieron en buen número, tenían ocupado el teléfono.