Aunque era una sospecha generalizada, los últimos acontecimientos en materia de grabaciones de audio confirman que los partidos de fútbol profesional pertenecen más al género del ‘reality show’ guionizado hasta en sus más ínfimos detalles que al puramente deportivo.

El fenómeno es tan viejo que hay incluso quien defiende que el último partido limpio fue el 12 a 1 del España-Malta. Sin embargo, el desembarco de los horteras de asador y reyes del astracán en las direcciones del clubes ha tenido efectos devastadores para esa preciosa cualidad que es la discreción.

Comienzan a aflorar ahora cintas clandestinas de todo signo y dispar calidad en la que directivos y futbolistas intercambian frases tipo “hasta parecía que estábamos cansados”, “están todos al  tanto” o “en ese caso yo lo negaría todo”. Las transcripciones parecen poemas de rima asonante, pero las consecuencias son tan penosas como la aparición de un foco en una película de romanos.

Quienes pensaban que las quinielas eran un juego de azar salpicado de conocimientos y estadísticas comprenderán ahora por qué jamás acertaron una de catorce: se trataba en realidad de estar al tanto de la actualidad financiera, una habilidad similar a la que rige en la Bolsa, lo cual pondría también en evidencia las prestaciones profesionales del presidente realista, incluso en materia de inversiones.

Por lo demás, de las grabaciones ‘pirata’ se desprende que el mercado futbolístico funciona como cualquier otro: se pueden comprar equipos enteros o tan sólo a media plantilla, según disponibilidad y liquidez. La compra de grabaciones autoinculpatorias sería simplemente la última opción para los que llegaron tarde a la subasta.