En anteriores episodios: víctima de su propio éxito, el grupo gastro-ideológico-mercantil más pujante de Gipuzkoa comienza a emitir señales de padecer tensiones internas. De hecho, mientras el sector más ideologizado del mismo aboga por diversificar las inversiones, estimular la demanda y optimizar los recursos, los partidarios de la acción-reacción defienden multiplicar la presencia en saraos del cocinero-estrella. El ideólogo de la organización, por su parte, introduce en el debate la posibilidad de hacer un hueco en la apretada agenda del cocinero-estrella para que pase al menos quince minutos diarios en su cocina, aunque sólo sea, por el qué dirán.

En el episodio de hoy: el grupo al completo se reúne en torno a una mesa para disfrutar de una demostración de gastronomía termo-emocional que ayude a templar los nervios y, en su caso, a deconstruirlos. Menú: manecillas de frambuesa vueltayvuelta, tempura de chapapote de roca y emulsión de lluvia dorada en los verdes, todo ello regado con varias botellas de Marques de Anal Gran Reserva. La idea de funciona y la comida se salda con apenas dos heridos por rasguños sin importancia causados por el lanzamiento de estrellas Michelin, a falta de completar el informe de balística.

En próximos episodios: la discusión en torno a la temperatura de fusión ideal del pétalo de rosa culminará, efectivamente, en la escisión del grupo. A partir de ese momento, las dos tendencias emprenderán una serie de feroces escaramuzas en las cocinas del Guggenheim, a la vez que mantendrá una dura pugna por hacerse con el restaurante del Kursaal y, de terciarse, con su programación de danza y artes escénicas. Todo ello, sin perder en momento alguno ese clima de fraternal camaradería y sincera complicidad que adorna las relaciones entre maestros restauradores.