Praga -capital europea del cine X- fue el escenario ayer del esperado encuentro en la intimidad entre Obama y ZP, una cita macerada durante meses y que, al menos a este lado del Atlántico, había alcanzado una tensión sexual insoportable.

Las imágenes obtenidas en tan crucial cita muestran a un Zapatero embelesado, que mira con fascinación a un Obama cordial, aunque en las antípodas de la torridez española. De hecho, el presidente estadounidense echó mano de ese potente inhibidor de la pasión que es la amistad: “Estoy contento de llamarle amigo”, le espetó a  bocajarro a nuestro ZP, quizás para enfriar los ánimos.

Todo apunta a que, después de tal sucesión de cumbres decisivas, Zapatero está condenado a ejercer de ‘Pagafantas’ de Obama, expresión consagrada por el director Borja Cobeaga a la figura del aspirante a seductor que se limita a calentar la banda, en espera de una ocasión que nunca llega.

Porque si finalmente se cumplen las previsiones de Barak respecto a las medidas anticrisis, cuyos efectos se verán dentro de tres años o así, quien se beneficará de ellas al frente del Gobierno español será con toda probabilidad el gran Rajoy.

Instalado definitivamente en el centro de la indolencia, Mariano ve cómo todos sus rivales -ya sean externos o internos- caen abatidos a su alrededor. Su método es sencillo, aunque tiene mala prensa porque no da titulares: la inacción. A esta hora, su última pieza cobrada ha sido el locutor Federico Jiménez Losantos.

Rajoy ha llevado la filosofía ‘be water’ hasta sus últimas consecuencias, elevándola a la categoría de arte marcial.  En manos del líder popular, la gimnasia pasiva es un arma cargada de futuro.

Si España quiere salir de la crisis, sólo tiene que decírselo a Rajoy. La recesión desaparecerá sin dejar rastro y Mariano se encargará de que parezca un accidente.