Puede que dios hable en la Tierra por boca del Papa, pero en el País Vasco lo hace por la del PNV. Su misión, a la que ha consagrado la vida entera, es anunciar la buena nueva: Euskadi es la patria de los vascos.
El hijo de Sabino, el carpintero, nació en un humilde portal de Sabin Etxea -no confundir con Savin Etxea, la bodega-, aunque ha residido la mayor parte de su vida en Ajuria Enea.
Durante los últimos treinta años, ha curado a los enfermos en Osakidetza, ha convertido el agua en txakolí,y ha multiplicado los panes y las prebendas. Y en sus ratos libres, hasta ha expulsado a los mercaderes de ese templo, en el que recientemente se inauguraba un batzoki.
Lo que pasa es que si el poder temporal desgasta, el divino carcome. Y las fuerzas de Patxi Pilatos han acechado durante largo tiempo hasta que ha llegado el momento de elegir. Y Pilatos, aconsejado por la plebe, ha vuelto a optar por Barrabásgoiti.
Así las cosas, el PNV se echaba ayer, no al monte, sino a la montaña para pronunciar ante sus fieles el sermón de la misma. Y a pesar de que se esperaba un discurso agónico propio de las situaciones de desahucio, lo cierto es que se impuso el carácter lúdico que caracteriza a los vascos: “Es la zarzuela española”, advirtió.
En 2013, coincidiendo con el 33 aniversario de la llegada del PNV al poder, volverán a celebrarse elecciones. Hasta entonces, que Patxi Pilatos se dedique si quiere a caminar sobre las aguas, apaciguar tormentas, mutilar el mapa de Judea y llenar las redes de productos de piscifactoría, para asombro de arrantzales e intermediarios.
Mientras tanto, nada más lejos de las intenciones del PNV que dejarse crucificar en el monte Calvario, así sea para resucitar al tercer día. Antes se lleva a Judas por delante. Amén.