Primero intentó ser carismático; después, simpático; luego, cordial; más tarde, importante; y finalmente, ameno. Las sucesivas transformaciones dejaron hitos como aquella invitación lanzada a la asistente a un mitin para que subiera al estrado y le midiera personalmente sus atributos.

José María Aznar, quien al margen de las circunstancias personales es un viudo de nacimiento, comparece hoy en las páginas del suplemento ‘XLSemanal’ para desnudar su alma en estos tiempos de crisis. Y lo hace en la mejor compañía, en este caso, Sam, su nuevo cachorro labrador, quien ya ha emitido un comunicado para aclarar que no comparte necesariamente las opiniones de su dueño.

Normal. El ex presidente se descuelga ahora con que ‘González-váyase’ hizo las cosas bien, quizás en la esperanza de que esa espiral revisionista, de la que disfruta hace tiempo Adolfo Suárez, termine por alcanzar sus ocho años de mandato.

Tras asegurar que “siempre hay que ser muy humilde”, Aznar añade que él sabe “cómo salir de la crisis” y explica detalladamente una serie de medidas que, por resumir, van justo en la dirección contraria que las aplicadas por el resto del mundo.

También dedica parte de sus reflexiones a repasar la historia. Así, cuando habla de las elecciones que Churchill perdió tras ganar la II Guerra Mundial parece evocar aquel amanecer en el que las tropas españolas bajo su mando llevaron la frontera del mundo libre hasta las costas de Perejil, ahí es nada.

Finalmente, y sin un átomo de celos, lamenta que “muchos en Europa piensen que Obama es capaz de andar sobre las aguas”.  ¿Traición del subconsciente? Puede. Lo cierto es que hubo un tiempo, precisamente durante su Gobierno, en el que cualquiera podía hacerlo: sólo tenía que ir a Galicia. Curiosamente, además, la experiencia te volvía la piel negra, incluso un poco más que la de Obama.