Si es cierto que los jurados que cada año eligen la Capitalidad Cultural Europea optan por la ciudad que más lo necesita frente a las que más lo desean, urge actualizar el documento-base de Donostia 2016 con las 35 denuncias anónimas registradas en el primer día y medio de la nueva ley antitabaco, también llamada ya leyre antitabaco.

La sociedad siempre va por delante de la ley, al menos, la vasca, que no ha esperado a que entre en vigor la normativa que ultima el Parlamento autonómico para ponerse manos a la obra. La educación en valores, encarnada por las leyres pajines de este mundo, no descansa y aunque es cierto que son datos correspopndientes a todo el País Vasco, no hay que olvidar que la nuestra es una candidatura con vocación de país.

A razón de una denuncia a la hora, las cifras pulverizan otros registros en materia de chivatazo anónimo, como las 171 denuncias telefónicas sobre supuestos fraudes fiscales que la Diputación Foral tardó nada más y nada menos que tres meses en cosechar. Todo un ejemplo de indolencia y vista gorda, sin duda.

Y es que el día sólo tiene veinticuatro horas y hay tanto que denunciar. A las mencionadas delaciones en materia de impuestos y tabaco, se suman el rastreo de peluquerías con hilo ambiental propiedad a la SGAE o la vigilancia de los vecinos, alguno de cuyos bebés llora mucho, aunque quién sabe si excesivamente.

Se comprende que en plena crisis de los medios de comunicación se alumbren milongas como la del “periodismo ciudadano”, pero quién iba a pensar que con cuatro cuerpos policiales desplegados en nuestro territorio surgiera una nueva mutación: el “ciudadano antidisturbios”.

Por fortuna -y ruego que no se lea en clave de publicidad subliminal-, las denuncias son todavía anónimas. Un rapto de modestia que no tardará en desaparecer. El día en el que lleven estampadas el nombre y apellido del ‘chota’ de turno el aire estará libre de humo, pero el ambiente será irrespirable.

Ttranscurrido un plazo razonable de tiempo, quienes no puedan acreditar haber delatado algo o, mejor aún, a alguien pasarán a engrosar directamente a la categoría de sospechosos porque semejante falta de colaboración sólo puede obedecer a un factor: tienen algo que ocultar. Como todos, conviene recordar por otra parte.