Cualquier respuesta a una declaración amorosa que se demorara algo así como nueve meses sería interpretada como un intento fallido hasta por el pretendiente más obnubilado. En política, puede que las cosas sean distintas, pero parecen iguales.

En este sentido, a ETA se le acumula tanto trabajo que quizás ha alcanzado el punto de bloqueo. Ya sabíamos que no era partidaria de la Alta Velocidad, pero jamás sospechamos que sus reacciones se produjeran con semejante parsimonia.

A falta de una respuesta más concreta, habrá que interpretar la demora como una inequívoca muestra de frío entusiasmo, circunstancia que, por otra parte, tampoco excluye una aceptación. De hecho, sobre estas bases se han levantado algunos de los matrimonios más estables y duraderos.

Su respuesta a las declaraciones de Bruselas, acuerdos de Gernika y cuantas proclamas puedan anunciarse de aquí en adelante podrá incluir notorias novedades, pero difícilmente alguna lo será tanto como el hecho de que, al menos por una vez, las reacciones al comunicado se habrán anticipado a su difusión. A día de hoy, no sabemos qué opina ETA de todo esto, pero conocemos al dedilló qué opinan todos los demás sobre que lo pueda decir ETA.

También cabe la posibilidad de que se haya vuelto a equivocar al interpretar la Navidad como un período reservado al recogimiento y la reflexión, cuando en realidad es una época de extroversión y consumismo.

En cualquier caso, dado la actualidad está más bien en plan galopante y los acontecimientos históricos se suceden en todos los órdenes a un ritmo frenético, el abandono de la clandestinidad implicará algunos aprendizajes no por dolorosos, menos necesarios.

El primero de ellos, que en un mundo inundado de gabinetes de comunicación que no cesan de difundir reacciones, competir por un hueco en primera página requiere actuar con un cierto sentido de la oportunidad, pasado el cual, se corre el riesgo de caer en el infierno irrelevante de las páginas interiores.

Consumidos el ‘puente’ de la Constitución -en el que según la prensa
madrileña interfirió decisivamente el plante de los los controladores
aéreos-, la Nochebuena -con su Mensaje del Rey-, la Navidad, la
Nochevieja -con la alocución del lehendakari-, Año Nuevo -con sus
empachos- y Reyes -con sus cabalgatas-, en materia de especulaciones
periodísticas ya sólo quedan por delante la Tamborrada, el Carnaval,
Semana Santa -con su Aberri Eguna y Pascua de Resurrección-, la
Cuaresma, la temporada taurina y hasta la Semana Grande, con su
‘artillero, dale fuego’. Y de fallar de todas ellas, siempre nos quedará jugar durante todo el año a “el próximo domingo es una fecha clave”.