“Aquel fue el año en el que la fiesta de San Sebastián experimentó la gran revitalización que habitualmente recompensa el esfuerzo innovador. Y como todos los grandes hitos, fueron los acontecimientos inesperados e imprevisibles los que desataron el engendro.

Todo empezó cuando, en una decisión sin precedentes, el Tambor de Oro recayó en un jugador de fútbol de playstation. Sin embargo, a última hora y por sorpresa, excusó su ausencia debido a que el niño portugués propietario del juego tenía previsto echar una partida a la hora fijada.

Los más avispados reaccionaron con celeridad al advertir que nos encontrábamos ante un cambio de paradigma josemaritarra que anunciaba una crisis en el modelo de negocio tamborrero. Por eso, se apostó por entregar el galardón mediante una vídeo-conferencia en alta resolución, aprovechando las prestaciones que ofrece Donostia entendida como zona wifi.

El acto, ni que decirlo tiene, resultó ciberemocionante, plagado de momentos nanoconmovedores. A los asistentes a la ceremonia de entrega, la mayoría de ellos ausentes en el Salón de Plenos dado que prefirieron optar por el contacto directo que siempre garantiza un buen Iphone, aún se les humedecensus pantallas líquidas con lágrimas de colirio al recordar la imagen del holograma del galardonado posando abrazado al JPG que contenía del tambor.

Ya la víspera se vislumbraba que se avecinaban tiempos de cambio, sobre todo, cuando las mejores sociedad gastronómicas donostiarras incluyeron en el menú de la cena archivos digitales de angulas en alta definición, acompañadas con una guarnición de varios programas informáticos para su correcta descarga.

Y ya en el acto de izada se vio confirmado que una nueva era había comenzado. Previamente, familiares del software libre subieron al tablado para reivindicar el derecho del pueblo vasco a compartir archivos. Luego llegó el I+D+I.

Por un lado, la tamborrada de Gaztelubide fue sustituida por un programa de caja de ritmos pregrabados acompañado por la habitual banda ancha de música. Por otro, la presencia ‘in situ’ de la tamborrada de Gaztelubide -un atavismo lastrado por la tradición- fue sustituido por un espectáculo vintage, consistente en la proyección en pantalla plana pero gigante de antiguas filmaciones de la izada grabadas a finales del siglo XX, con imágenes digitalizadas y sonido remasterizado. Y por último, se prescindió de la bandera de San Sebastián, por lo que el alcalde izó en el mastil una tablet de última generación.

Las redes sociales que, como todos los años, abarrotaban la Plaza de la Constitución retuitearon hasta despellejarse las palmas de las manos y fue tal el éxito de la nueva fórmula que hasta una fiel reproducción virtual del propio Raimundo Sarriegui -de asombroso parecido con el original- se vio obligada a salir tres veces a saludar desde el balcón de la biblioteca municipa, circunstancia que aprovechó para anunciar que el año que viene colgaría tanto en Spotify como en su propia web una remezcla de sus composiciones, con varios bonus track, para que los koxkeros 2.0 las compartan libremente.

En cuanto a la arriada, no tuvo nada que envidiar. La Unión Artesana supo estar una vez más a la altura de la circunstancias y en lugar de tocar en directo, ofreció uno de los mejores playbacks que se recuerdan y que todo el público pudo escuchar a través de sus Ipads. El momento más ‘trendig topic’ llegó cuando homenajearon al negro de Boney M con un audaz mix de ‘Katiuska’ y ‘Daddy Cool’ pregrabado especialmente para la ocasión.

En resumen, fueron tan unánimes los aplausos pregrabados y las risas enlatadas que cosechó aquella festividad del Día de San Sebastián que la corporación en pleno aprobó seguir por la vía de la revitalización de la fiesta, dando como resultado que a partir de entonces se decidió trasladar la celebración de San Sebastián al 29 de febrero de todos los años bisiestos.

Al siguiente, la comunidad cibernauta anunció que sacaría su propia tamborrada y el Tambor de Oro recayó en el vaquero de ‘Toy Story’. Pero esto, amigos, forma parte ya de otro vídeo-juego”.