El líder tunecino, Mariano Rajoy, clausuró ayer la convención sevillana del PP ante algunos de los mejores trajes de su partido proclamando que el pueblo “tiene hambre de urnas”.
A lomos de unos resultados en los sondeos que son en sí mismos la prueba palmaria de que, en su madurez democrática, el pueblo miente de forma compulsiva a los encuestadores, los ‘populares’ celebraron por fin su unidad, a la que incluso se ha sumado, con tan sólo siete años de retraso, Aznar-en-tiempos-revueltos.
Únicamente los adoradores más fanatizados pueden colocarse frente una urna con una papeleta de Rajoy en la mano y el corazón rebosante de entusiasmo, pero lo cierto es que urge que Mariano llegue a La Moncloa, entendido este logro como un mero tránsito -cuanto más breve, mejor- hacia su correspondiente cargo en alguna compañía eléctrica, da igual cuál.
Que alguien -Endesa- esté dispuesto a pagar 200.000 euros a Aznar por labores de representación o 126.000 -Gas Natural- a González por su asesoramiento ilustra la talla empresarial del país.
Su hay un lugar en lo alto y una nómina disparatada para un hombre que consiguió en tan sólo cuatro días que su partido naufragara en las elecciones o para otro que dejó las arcas públicas al borde del colapso, siempre habrá algún cargo para un inocjuo lector del ‘Marca’.
Una de las dos Españas -en este caso, Endesa o Gas Natural- ha de helarte el corazón, pero la otra te caldeará el hogar, siempre según precios establecidos en tarifa. Las dos compañía eléctricas son intercambiables; los dos ex presidentes del Gobierno, también.
En cuanto a ZP, extraña que en el reciente programa de ETB dedicado a demostrar que el hombre llegó efectivamente a la Luna no entrevistaran al todavía presidente del Gobierno, la persona que más tiempo ha vivido en ella. Su futuro está en Cabo Cañaveral. De asesor, por supuesto.