De traje y corbata y arrastrando la inevitable maleta con ruedas a juego con su peinado, el magistrado de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha tenido al menos el buen gusto de no disfrazarse de Coronel Tapioca en su desplazamiento hasta Bagdad. El objetivo del viaje era demostrar de forma feaciente que, en efecto, el cámara de Tele 5 José Couso no encabezaba en abril e 2003 un ataque contra un blindado estadounidense que le hiciera acreedor al cañonazo que acabó con su vida.
Ha habido un crimen y era necesario procesar minuciosamente -apenas ocho años después- el escenario del delito, así sea en plena romería de enviados especiales desplazados para dar cuenta de los procedimientos del magistrado. Alguien podría verlo como una nueva entrega de la teleserie ‘Jueces estrella para casos mediáticos de crímenes sin recorrido’.
Resultaría tan ocioso como dificil discernir si asistimos a una investigación de hechos ya conocidos o a un simulacro, pero pocas veces se encontrará un juez frente a un caso tan nítido y que, sin embargo, requiera tantas diligencias, desde la certeza de que ni una de ellas servirá para algo.
En este contexto de Especial Nochevieja, también el compañero del cámara fallecido se ha sentido en la obligación de compartir con nosotros, sus lectores, el brindis que los compañeros de la victima le dedicaron en la habitación del hotel, con su marca favorita de whisky, una de esas escenas tantas veces vista en la televisión por cable y que demuestra hasta qué punto el duelo en la intimidad se ha tenido que hacer a un lado ante el arrollador desembarco de estas pintorescas escenas de camaradería varonil. La existencia del dolor se demuestra mediante su exhibición y no mostrarlo equivale a no sentirlo.
Minucias aparte, lo más importante es que con su viaje a Bagdad el juez instructor de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha abolido de un plumazo las leyes del género negro, ancladas en la resolución de los crímenes mediante la identificación del culpable.
Estamos en pleno siglo XXI y la cuestión ya no puede reducirse a averiguar quién fue el asesino y cuáles sus motivaciones. Es necesario ir un poco más allá. Ahora, el papel del detective se centra en encontrar, no al autor de un crimen del que ya lo sabíamos todo, sino los argumentos que expliquen su impunidad. En tanto llega ese momento, habrá que poner bajo moratoria la extendida idea de que Bogart encarnó como nadie la figura del detective cínico.