1) Presentarme a las primarias del PSOE bajo el lema: “No os preocupéis: pase lo que pase, jamás os diré cómo están las cosas en realidad”.
2) Robar las pistas de atletismo de Anoeta y donarlas al Museo de San Telmo, aduciendo que las tenía guardadas la abuela, víctima de un Diógenes galopante.
3) Leerme detenidamente las actas -según el PP- o garabatos -según el PSOE- de ‘Thierry’, intentando averiguar en qué momento creyó cualquiera de las dos partes que aquello iba a dar algún resultado.
4) Exigir un recuento de los votos de los magistrados de la Sala 61 del Supremo, como el que se llevó a cabo en Florida. Si persiste el 9 a 7 contra Sortu, lanzarme a la calle de forma serena pero multitudinaria.
5) Ponerme a disposición de Rubalcaba para lo que considere necesario en caso de que se separe Amaral y ofrecerme a Carme Chacón para perpetrar cualquier tropelía y, de ser necesario, hacer que corran manantiales de sangre, siempre bajo mandato de la ONU.
6) Presentar mi solicitud a director de Tabakalera, dejando bien claro que soy capaz de resultar ininteligible en al menos cuatro idiomas, tanto por escrito como en el marco de una conversación informal.
7) Proponer a la familia Chillida que se compre el Gobierno Vasco por 80 millones de euros (subir hasta cien millones si se incluye a la Diputación).
8) Confesarle a Bono que sé quién mató a Kennedy, rogándole encarecidamente que no se lo diga a nadie. A continuación, aguardar a que llamen los programas de televisión con sus tentadoras propuestas económicas.
9) Enviar a las editoriales mi manuscrito de ‘¡Indignaos… pero, joder, no rompáis nada!’, llamado a convertirse en el best-seller de la próxima feria del libro.
10) Escribir al entrenador de la Real, reforzándole en la idea de que, en efecto, el equipo está creciendo y que si parece que va menguando día a día, es tan sólo por la lejanía que nos imponen las pistas de atletismo.