Cuando uno tiene importantes responsabilidades políticas a su cargo, la austeridad es algo que sólo se puede exigir desde un asiento en primera clase, so pena de que la petición de sacrificios se atribuya a la envidia.

Si 36 eurodiputados españoles -18 del PSOE, 17 del PP y uno de UPyD- han votado en contra de restringir el dispendio en los vuelos inferiores a cuatro horas se debe tan sólo a una acendrada conciencia de clase de la que, por desgracia,  adolecen sus votantes.

En cuanto a los dos abstencionistas -uno de ellos, la europarlamentaria del PNV Izaskun Bilbao-, su inhibición debe interpretarse como una prueba de confianza ciega en que siempre habrá otro que haga el trabajo sucio. Por último, los tres votos favorables a la derogación de este privilegio responden al factor ‘oveja negra’, una variable estadística presente en cualquier colectivo humano y convenientemente descrita en todos los tratados de sociólogía.

Si bien es cierto que la prerrogativa de los eurodiputados nos protegía a los peatones de compartir asiento con cualquier Mayor Oreja de turno, siempre dispuesto a darnos el vuelo con sus prolijas explicaciones sobre la negociación ETA-Gobierno, también lo es que nos priva de regocijarnos en la esperanza de que el eurocargo sucumba durante el viaje, víctima del ‘síndrome de la clase turista’ en cualquiera de sus manifestaciones.

En línea con todo lo anterior, los eurodiputados también tomaron otras medidas destinadas a preservar ese amenazado estado de bienestar que, bien entendido, empieza y acaba por uno mismo. Así, cuando un ciudadano dice que tiene hambre atrasada significa que cenará el doble, mientras que la misma expresión en boca de un parlamentario europeo certifica su intención de apurar el cobro de cada una de las dietas acumuladas durante su ausencia.

Al igual que hay dos Españas, también conviven dos Europas: la del crecimiento económico y la de los PIGS. La principal ocupación de la primera radica en rescatar económicamente a la segunda, en una secuencia similar a la de los ‘Diez negritos’ de Agatha Christie. El siguiente país en caer será España.

No obstante, Estrasburgo ama por igual a todos sus cargos electos sin hacer diferencias por sus siglas políticas, ni por el color de su pasaporte. La cuestión de los vuelos en primera es una cortina de humo. El verdadero drama ciudadano no es que los eurodiputados viajen a Bruselas en primera, en donde se dedicarán intensamente a no hacer nada. El escándalo radica en que siempre -el viernes a más tardar-, acaban regresando. A por más, se entiende.