En su lento pero imparable proceso de crecimiento hacia la madurez, la Real ha pasado de perder los partidos en el último minuto a hacerlo en el primero.

El txuriurdin es el único de los veinte equipos que compiten en Primera División cuyos partidos tienen una duración incierta, ya que se resuelven mediante el procedimiento tenístico de la ‘muerte súbita’. El primer gol del rival determina de forma inexorable el signo de la quiniela, aniquila cualquier atisbo de emoción y abre las puertas a los siguientes tantos que acabarán subiendo al marcador. Ser txurin-urdin significa no preguntar nunca ‘¿cómo van?, ni ‘¿cómo han quedado?’, sino ‘¿cuánto falta? y ‘¿por cuánto?’

El fúbol es un juego extraño, lo cual explica que la hecatombe nos haya sorprendido en pleno debate sobre la conveniencia o no de ingresar en las competiciones europeas. Cada vez que un jugador proclama que la situación es «difícil, pero no alarmante» evoca el espíritu de Elena Salgado, jurando que España no necesitará ser rescatada por sus socios europeos.

La salvación pasa por ganar dos de los siete partidos que restan para que concluya la Liga, pero para descender no hace falta perderlos todos, una proeza al alcance de unos pocos elegidos y, sin embargo, en absoluto descartable. 

La Real se volvió definitivamente irreconocible el día en el que celebró por todo lo alto el subcampeonato de una Liga que en Navidad encabezaba, con diez puntos de ventaja sobre el segundo clasificado.

Que pronto retomaría la senda hacia la categoría B se hizo evidente en el momento en el que colocó en el escaparate de su tienda oficial un DVD titulado ‘Reviva los momentos más inolvidables de la temporada 2009-2010’ que –en términos estrictamente futbolísticos– resultó ser un peñazo tan indescriptible como interminable.