En un mundo en el que los equipos de cantera no juegan con futbolistas de la casa, sino que fichan como descosidos, en el que los bancos no prestan dinero, sino que lo piden prestado, y en el que los restaurantes no sirven comidas, sino experiencias estéticas, era esperable que a los vagabundos se les se acabara exigiendo que fueran titulares de, al menos, una primera vivienda.
Lo curioso es que la idea haya partido de Madrid, una ciudad que presume de recibir al forastero sin preguntarle de dónde viene, aunque por lo visto ahora sí dónde piensa pernoctar. Tampoco es baladí el hecho de que se trate de la ciudad más endedeudada de España, en términos financieros, una localidad indigente. Y aún más asombroso es que la idea parta de su alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, en términos políticos, un auténtico ‘homeless’, aunque el muy rapsoda prefiera referirse a sí mismo con la expresión de “verso suelto”.
Ahora, el primer edil madrileño pide a su partido que vaya preparando para 2012 una ley para sacar a los ‘sin techo’ de la calle, dado que tanto pobre a la intemperie estropea la ciudad. Pasaremos por alto que la estricta aplicación de esos criterios estéticos daría al traste con la arraigada costumbre ciudadana de bajar los domingos en chándal a por el pan y el periódico, por no hablar de quienes disfrutan del fin de semana paseándose impunemente con la camiseta de su equipo favorito como único atavío.
Como el contexto lo es todo, que Gallardón haya salido a la palestra con semejante idea en vísperas de la campaña electoral en la que se juega su reelección contamina todo, tiñéndolo curiosamente de una cierta mugre que denota, por qué no decirlo, un puntillo de miseria moral, algo por otra parte, perfectamente previsible.
En resumidas cuentas: está prohibido fumar bajo techo y pronto lo estará dormir al aire libre. En un futuro próximo se multará gravemente a quien fallezca a la intemperie y se retirará de inmediato el carné de vagabundo federado a quien ejerza tan noble profesión y no disponga de domicilio fijo. Si algo entiende algo, que no se demore en explicarlo.