La juventud vasca cuida su imagen para evitar las burlas y el aislamiento social. He aquí la raíz del drama adolescente, una época de la vida en la que uno empieza a madurar al comprender que, descartada la posibilidad de ser admirado, deberá conformarse con la de ser admitido. Y si el proceso se agudiza, deberá resignarse con alcanzar la tolerancia hacia su persona.
Así lo atestigua el informe ‘Necesidades y demandas de la infancia y la adolescencia en Euskadi’, que ayer hizo pública la Consejería de Asuntos Sociales. La gente poco profunda es la única que no juzga por las apariencias, dejó dicho Lord Byron, pero lo extraño es que la juventud actual haya logrado interiorizar tal creencia con el uso indiscriminado de pantalones para paticortos cuyo principal ornamento es el tanga o el calzoncillo.
Resulta igualmente asombroso que esa reducida minoría que teóricamente cumple los estántadres de belleza establecidos haya logrado inculcar tal miedo al aislamiento en una mayoría cuyo aspecto oscila entre lo insulso y lo repulsivo, con todas categorías posibles entre uno y otro extremo.
En cualquier caso, todas estas cosas se superan con el tiempo. Uno puede dar por concluido su proceso de crecimiento personal en el momento en el que ya está dispuesto a someterse a los rigores de la cirugía estética, prueba irrefutable de que se ha dado ya por perdida la batalla por conservar un aspecto físico aceptable.
Los más alarmnistas se preguntarán qué clase de sociedad estamos construyendo para que nuestros jóvenes prefieran ser cosificados hasta ser percibidos como meros objetos del deseo sexual antes que envidiados por la profundidad de su vida interior.
La respuesta correcta es precisamente que una como ésta. Al fin y al cabo, hay que estar muy preocupado por la imagen exterior para invertir recursos públicos en preguntar a los jóvenes sobre cuestiones absurdas que sólo admiten respuestas inhóspitas. Por fortuna, resulta mucho más soportable ser marginado por las creencias que uno ha abrazado que por las pintas que le han tocado. Todo lo demás son modas pasajeras.