>

Blogs

Alberto Moyano

El jukebox

En el Día del Libro, 'Pasos', de Jerzy Kosinski

“Recorrí los barrios donde vivían rodeados de fetidez y enfermedad. No tenían nada que poseer ni de lo que enorgullecerse. Sólo los unía el tono de su piel… y yo los envidiaba.


Deambulé por las calles bajo el calor del agobiante día y escudriñé dentro de habitaciones llenas de niños chillones y colchones putrefactos amontonados en el suelo, viejos y enfermos tendidos exánimes en sus camas, o encorvados en sus sillones. En los callejones sin salida, observé a niñas en grupo, rriéndose. Miré a los niños vocingleros que jugaban a la pelota en los descampados, vi a los paralíticos y los drogados tirados por las aceras, obstáculos vivivientes para los ciegos y los retrasados. Observé a los niños mugrientos estampando botellas de cristal contra cubos de basura que nunca se vaciaban, persiguiendo gatos y perros y persiguiéndose entre ellos alrededor de coches abandonados a los que insistentes ladronzuelos habían despojado de todo objeto de valor y hasta del último jirón de caucho y tela.


Yo envidiaba a quienes vivían allí y parecían tan libres, sin nada que lamentar y sin nada que esperar. En el mundo de las partidas de nacimiento, los reconocimientos médicos, las tarjetas perforadas y los ordenadores, en el mundo de los listines telefónicos, los pasaportes, las cuentas bancarias, los seguros de enfermedad, las tarjetas de crédito, las pensiones, las hipotecas y los préstamos, vivían sin ataduras, cada uno consciente solo de sí mismo.


Si por arte de magia yo pudiera hablar su idioma y cambiar el color de mi piel, la forma de mi craneo y la textura de mi pelo, me transformaría en uno de ellos. Así apartaría de mí la imagen de lo que en otro tiempo fui y lo que podía llegar a ser, apartaría el miedo a la ley que había aprendido, la idea de lo que significa el trabajo, el rasero del éxito; expulsaría el sueño de la posesión, de las cosas en propiedad, de las cosas usadas y consumidas, y los símbolos de la propiedad: las credenciales, los diplomas, las escrituras. Este cambio no me daría más opción que permanecer vivo.


Así el mundo empezaría y moriría conmigo. Vería la ciudad como un mutante entre las maravillas del mundo, contaminando el aire con sus chimeneas, envenenando la tierra con sus raíces, indisponiendo a un hombre contra otro y estrangulándolos a los dos en su desesperada competición con sus tentáculos. Trazaría un plano de las calles y los túneles y los puentes de la ciudad, sus metros y canales, sus barrios adornados con casas bonitas llenas de objetos de valor inestimable, raras bibliotecas y magníficas habitaciones, sus ingeniosas redes de cañerías y cables bajo las calles, sus departamentos de policía y sus centros de comunicaciones, sus hospitales, iglesias y templos, sus edificios administrativos, abarrotados de ordenadores, teléfonos y oficinistas serviles, todos saturados de trabajo. Libraría una guerra contra esta ciudad como si fuera un organismo vivo.


Daría la bienvenida a la noche, hermana de mi piel, prima de mi sombra, y le pediría que me diera cobijo y me ayudara en mi batalla. Levantaría las tapas de acero de las cloacas y echaría explosivos en los pozos negros. Después huiría y me ocultaría, esperando el trueno que atraparía en los cables mudos de teléfono millones de palabras no oídas, que oscurecería las habitaciones llenas de luz blanca y personas temerosas”.


abril 2011
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930