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Alberto Moyano

El jukebox

Treinta años dejándolo todo para el último minuto

Hace once años, el museo de San Telmo incluyó en su exposición ‘Atarian’ una instalación consistente en la repetición una y otra vez del gol de Zamora en Gijón, del que hoy se cumplen treinta años. La contemplación tenía un efecto hipnótico sobre el espectador.

Se dice que hay quien se quedó parado frente a la pantalla durante una hora y de las cincuenta veces consecutivas que contempló el gol, sólo deseó que Zamora hiciera hucha o enviara el balón a la grada en tres o cuatro ocasiones.

Sin embargo, el ‘diez’ de la Real marcó, el equipo ganó su primera Liga y desde entonces, nos pasamos la vida esperando que todo cambie en el último minuto. El gol de Zamora nos convirtió de golpe y porrazo en aficionados a la serie B, en donde el héroe se salva de ser castrado porque al final, el rayo láser siempre se detiene a escasos centímetros de su escroto.

Por otra parte, resulta imposible hablar de aquel campeonato sin mencionar cómo se perdió el anterior, en la penúltima jornada y jugando contra nueve, dato irrelevante dado que la derrota se hubiera producido igualmente si los rivales hubieran sido siete debido a nuestra estricta observancia del sentimiento tragicómico de la vida.

El caso es que la Real ganó aquella Liga 80-81 y entre otros efectos secundarios, el acontecimiento sirvió para echar por tierra la teoría de que San Sebastián y Gipuzkoa son dos elementos de la tabla periódica imposibles de sintetizar, si bien es cierto que el fenómeno no se ha vuelto a repetir.

En cuanto a la actual Real, es un equipo que se pasa la vida disputando ‘finales’ de quincalla y partidos de hojalata en las que -se nos dice con gesto grave-, nos jugamos el ser o no ser, signifique esto lo que signifique en un equipo cuya camiseta  han vestido ya los personajes más extravagante, algunos de ellos, carne de página de sucesos.

El sábado, sin ir más lejos, toca complicarle la vida la Barça y la mera formulación de la frase produce hilaridad. No obstante, existen el humor inteligente, el humor negro, el humor grueso y el humor absurdo. El fútbol es sólo una variedad más.

En cualquier caso, la realidad es un relato bastante absurdo que requiere una coherencia interna, por mínima que sea, que en el caso que nos ocupa exigiría  jugárnoslo todo en el último partido. Olvídenlo. No pasará. Nos falta la épica y nos sobran las grandezas.


abril 2011
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