No he pegado ojo en toda la noche por culpa del ataque de llantina de un lactante. Al principio creía que era el bebé de los vecinos, pero a eso de las cuatro de la madrugada caí en la cuenta de que se trataba otra vez de Mourinho.

 El hilarante entrenador del Madrid -un hombre de títulos, últimamente de pocos- no quiso dar por concluido el partido de anoche sin su habitual batería de ‘gags’. Así, primero explicó que justo cuando se produjo la expulsión de Pepe -un talentazo que sólo tendría sitio en la plantilla más cara del mundo con el portugués en el banquillo- “teníamos pensado sacar a Kaka”, el devoto renacido que pena por los céspedes de medio mundo.

Desde luego, cuando el infortunio se ceba con uno es que no hay manera. 60 minutos jugando en casa sin tirar a puerta y justo cuando va a salir el jugador más irrelevante -desde el punto de vista futbolístico- aunque más desequilibrante -desde el punto de vista presupuestario- se te chafan los planes.

El Real Madrid de Mourinho siempre juega con uno menos: el propio Mourinho. Cuando su trabajo consiste en rentabilizar los 420 millones de euros en pantalón corto que el ‘fashion victim’ de Florentino ha puesto a su disposición, el gran José se limita a convertir los partidos en un juego de azar, a la espera de que salga par y rojo. De lo contrario, la culpa es del croupier.

El gran entrenador luso se despidió fiel a su estilo de humor pomposo, sentenciando con voz amedrentadora: “Si pienso lo que digo, mi carrera se termina”. Pobre hombre. Seguro que le costaría horroroes sobreponerse al estupor si se enterara de que eso es algo que nos pasa a todos.