Aseguran quienes practicaban en bares y discotecas la estrategia del “¿estudias o trabajas?” que el resultado era invariablemente una cosecha de calabazas. Lo mismo sucede con la disyuntiva rubalcabiana de “o bombas o votos”. El emplazamiento -menos real que retórico- realizado a la Izquierda Abertzale no era, ni es, para que rompa con ETA, sino para que rompa a ETA. Sin excusas, aunque proceda de quienes de forma simultánea sostienen que ésa es tarea exclusiva de las Fuerzas de Seguridad del Estado y los tribunales.
Ahora bien, si el ministro del Interior respalda una impugnación basada en indicios que en privado reconoce birriosos, nueve jueces de la sala del 61 del Supremo deberían preguntarse en qué lugar les deja todo esto.
Y aún más: si desde el ala Mayor(itaria) Oreja del PP se asegura, sin necesidad de pruebas, que el Gobierno y ETA continúan cubriendo las etapas que han pactado en secreto en su singladura hacia la ruptura de España, alguien debería preguntarse en qué lugar les deja todo esto.
Pero sería injusto acabar aquí. De hecho, si, tal y como asegura Egibar, “PSE y PP han diseñado una democracia ajustada a sus intereses” mediante la organización de unas elecciones fraudulentas, quizás haya llegado el momento de que el PNV se pregunte qué papel juegan sus propias candidaturas en todo esto.
Y como vivimos en un régimen democrático basado en la representación delegada mediante el sufragio, si la ciudadanía vasca compagina las jeremiadas en internet con la participación electoral el próximo día 22, alguien debería preguntarse de qué habla cuando habla de mayoría social.