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Alberto Moyano

El jukebox

En el fútbol, las proezas se acaban pagando

Llegado el momento de abandonar el club de sus amores para ingresar en otro del que tan sólo percibirán un salario descomunal, los jugadores suelen alegar que “la vida profesional del futbolista es muy corta”. Tienen razón. Por el contrario, la del seguidor del equipo es una tarea interminable, de tal forma que apenas ha terminado de “remar en la misma dirección” para sortear un obstáculo, ya tiene que empezar a llevar al “equipo en volandas” para salvar el siguiente.

Sí, la carrera del futbolista profesional es muy corta, salvo en el caso de que en ese breve período de tiempo haya cometido la torpeza de perpetrar alguna hazaña histórica. En ese caso, se verá obligado a rememorarla, una y otra vez, año tras año, para insuflar ánimos al nuevo equipo de agónicos. En el mundo del fútbol, las proezas se acaban pagando muy caras, normalmente, reduciéndote a la condición de “ejemplo a seguir”.

El resultado de todo esto suele ser que los jugadores llamados a renovar los marchitos laureles -de natural, pusilánimes- se paralizan primero y agarrotan después, abrumados por la responsabilidad y quién sabe si por la sospecha de que, a poco que vayan bien las cosas, en unos años les tocará desempeñar ante las cámaras y envueltos en el merchandising  el mismo papel impostado.  En cuanto a los líderes del vestuario, su vida transcurre entre declaraciones de “sí, con esta afición salimos al campo con medio partido ganado”, frase que suelen pronunciar con gesto de profunda resignación.

El pueblo puede sobrevivir al hecho de que los políticos ignoren por sistema sus promesas, pero le resulta insoportable que sus jugadores las cumplan escrupulosamente. En este punto, la Real siempre ha asustado y, en efecto, a día de hoy sus cifras espeluznan. Por eso, los componentes de aquel equipo que aún ostenta el record de imbatilibilidad muestran su absoluta confianza en la solvencia del conjunto más goleado y que más derrotas acumula de toda la categoría de honor.

Pase lo que pase mañana en Anoeta, la afición de la Real siempre ha sabido llevar las derrotas con una cierta elegancia, llegando incluso a travestirlas de victoria. En caso de trifuno o de empate, la Junta Electoral Central se encargará de recordar que en jornada de reflexión están prohibidas todas las explosiones, también las de alegría. Hasta que llegue se momento, queda proscrita cualquier expresión de deportividad  -tipo “que gane el mejor”- no vaya a ser que, por una vez, los deseos se cumplan. Por cierto, cabe recordar que si finalmente la Real se salva, será la tercera vez que lo logra en una misma temporada tras sus contundentes victorias frente al Barça y el Zaragoza.


mayo 2011
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