Como buen vasco, Iñaki Urdangarin ha pasado del “defenderé la casa de mi padre” al “mi suegro tendrá que defender la mía”. Y más vale que así sea, so pena de ser objeto de un embargo que le convertiría en el primer desahuciado que impelido a abandonar su hogar para regresar a palacio. Junto con su ex socio, el duque tiene hasta medianoche para abonar la fianza de 8,2 millones de euros antes de que el juez Torres proceda a embargar sus posesiones, a estas horas, aún por cuantificar dada su afición por diversificar sus inversiones a lo largo y ancho del planeta. Y teniendo en cuenta quién es el suegro de todo esto parece probable que Torres opte por forzar indecisos antes que por abrir la mano. Estamos ante dos patriotas del paraíso fiscal sin distinción de continentes .

Al atribuir a Urdangarin “un desmedido ánimo de lucro”, el juez se desliza hacia terrenos embarrados por cuanto carecemos de un patrón que establezca cuáles son los márgenes de beneficio que delimitan un ánimo de lucro normal. En tanto los economistas neoliberales se ponen de acuerdo, adoptaremos el Urdangarin como unidad de la codicia rampante.

De duque Em Palma Do a duque Em Barga Do, el yerno del rey es a efectos judiciales un viudo con cuatro hijos. Desde el punto de vista procesal, doña Cristina simplemente no existe. Hasta el momento, no ha habido forma de que el juez llamara a declarar, no digamos ya imputara, a la directiva del instituto Nóos desde el que presuntamente se malversó, prevaricó, falsificó y defraudó. Sólo el infortunio explica que esté casada con el principal encausado y que su secretario personal también se encuentre imputado. Hasta la paridad tiene sus limitaciones, que la Justicia sea igual para todos no implica que también deba serlo para todas.