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Alberto Moyano

El jukebox

Dear Corinna, Oh My God

Cualquier sistema basado en la transmisión de un cargo público por vía sanguínea acabará exigiéndote tarde o temprano que adoptes el comportamiento de un idiota. Las obras completas de Urdangarín, cuidadosamente editadas por su ex socio Diego Torres, atestiguan que todos están corruptos y ni siquiera una cuidadosa catalogación cronológica de los emails permitiría establecer quién fue el que empezó.

Desde el punto de vista semántico, el caso Nóos constituye un desafío de primer orden. La princesa de palo Corinna zu Sayn-Wittgenstein empezó figurando bajo el genérico de “la asesora del rey” para pasar a convertirse en “la amiga especial del monarca”. Ignoro a qué expresión habrá que recurrir si se descubriera que las cosas fueron más allá y no digamos nada si en este endiablado reparto de papeles aparece el voraz Urdangarín, de natural rijoso. La última vez que supimos de una familia en la que todos compartían todo fue la de Julio Iglesias, dando como resultado un batiburrillo ingobernable con tíos ochenta años más jóvenes que sus sobrinos y hermanos cuya edad separa un par de guerras mundiales. En tanto se esclarece el orden natural de los vagones de esta locomotora, adoptaremos la expresión “Dear Corinna” como fórmula de uso común para el conjunto de los españoles.

En cualquier caso, peor aún que los periodistas, lo tiene el juez Castro, quien se debe estar dejando una fortuna en Tippex por prescripción del oculista, con el único objeto de evitar por todos los medios que la infanta Cristina se vea obligada a prestar declaración, bien como testigo, bien como imputada. El blindaje constitucional del monarca podría alumbrar contorsiones judiciales jamás vistas antes, como la de convertir a Urdangarín en el primer yerno soltero en disponer de su propio suegro. Entiéndaseme bien: no abono la teoría de que estar casado con Urdangarín sea constitutivo de delito, únicamente me pregunto si existe la figura penal de “cooperador necesario”. El magistrado puede consolarse pensando que tomar declaración a la infanta sería embarazoso, pero verse obligado a citar a Corinna alumbraría un texto irreproducible aquí y ahora, con suerte quizás dentro de un par de siglos.

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