Tras la emisión anoche en ETB-1 de un programa especial sobre el cierre del diario ‘Euskaldunon Egunkaria’, se desprende que si quedara un ápice de decencia en la Guardia Civil, las querellas lloverían como dagas voladoras sobre buena parte de cuantos participaron en el reportaje, dada la interminable lista de iniquidades atribuidas al benemérito cuerpo. No obstante, los antecedentes apuntan a que no sucederá así, ya que la posibilidad de ciertas prácticas policiales no radica en la negación de su existencia, sino en la omisión de cualquier palabra referida a las mismas. En ciertos contextos, el desmentido otorga aún más credibilidad, motivo por el cual tan sólo en caso de graves lesiones se recurre al socorrido ‘manual de ETA’ para explicar que si se ha hospitalizado al detenido por la entrada de Urgencias se debe únicamente a su estricta obediencia a las instrucciones impartidas por los terroristas, lo cual confirmaría ya de paso su culpabilidad.
De lo visto anoche en televisión, se deduce que aún está pendiente de aclarar si la clausura del periódico en euskera se perpetró al amparo de la doctrina de “todo es ETA” o de la aún más aberrante de “llegado el caso, cualquiera puede pasar por ser ETA”. De cualquier forma, la lectura de la sentencia absolutoria produce a la vez vergüenza ajena y admiración por su carácter ejemplar, y sólo en un mundo en el que se cultiva con extremo mimo el agravio, a la vez que se minimiza por insuficiente cualquier gesto de reparación, resulta comprensible que el juez Juan del Olmo sea más conocido que el magistrado Javier Gómez Bermúdez, al punto de que si el primero es profusamente citado en la correspondiente entrada de la Wikipedia, el segundo ni siquiera es mencionado.
Antes de terminar, dos precisiones: 1) Así como la inclusión de Xabier Galdeano en la lista de periodistas fallecidos en la balacera vasca parece incuestionable, la de Josu Muguruza resulta un tanto improcedente dado que su presencia en el Hotel Alcalá obedecía a su condición de diputado y no a la redactor-jefe del diario ‘Egin’, que ya contaba en aquella misma cena con otra representante, ésta sí, encargada de las tareas informativas. En ese mismo atentado, también resultó herido de gravedad Iñaki Esnaola, pero resultaría rocambolesco sostener que los autores de los disparos intentaron acabar con el cronista de tenis del periódico de Hernani, tarea que, como es sabido, también desempeñaba el abogado abertzale. Y 2) Recordar, una vez más, que la mejor protección de un periódico es la que le brindan sus lectores. Comprar cada mañana un diario revela un grado de compromiso mucho más alto que manifestarse a posteriori a la salud del difunto, tanto da si ha fallecido ‘manu militari’, caso de ‘Euskaldunon Egunkaria’, como si fue por inanición, caso de tantos otros medios de comunicación.
PD: me ahorraré comentar las declaraciones vertidas ayer por Iñaki Uría en ‘Gara’, limitándome a consignarlas en el capítulo que mezcla una buena pizca de cinismo y las abultadas ‘lagunas’ de memoria inherentes al parecer a todo ‘relato compartido’.