La Real Sociedad es ese equipo al que siempre le sobra o le falta Liga. Cuando está salvada, surge el problema de que aún le quedan 33 puntos por disputar; cuando está condenada, tropieza con la falta de partidos para enmendar su declinante trayectoria. Al final, el resultado siempre es el mismo y los cocineros de guardia tienen que salir a animar, acompañados del miembro disponible de La Oreja de Van Gogh.

Por increíble que parezca, en la vida hay algunas otras cosillas, pero la Real siempre reclama nuestra atención en régimen de exclusiva. El caso es no dejar que camines solo, aunque se lo implores de rodillas. Ella, por su parte, no está dispuesta a hacerlo.

El periplo del equipo a lo largo de esta temporada resulta paradigmático: la mitad la desperdició debatiendo sobre la conveniencia o no de luchar por las competiciones europeas, mientras se enredaba en disquisiciones en torno al papel fundamental que un ‘destructor’ como Diego Rivas desempeña en un equipo que aún no sabe jugar.

La otra mitad se ha centrado en el habitual pánico de quien está en vísperas de entrar en capilla. Lo curioso es que el equipo ha jugado exhibido una gran regularidad jugando igual de mal en una etapa y en la otra. Se diría que ha imitado a Zapatero, al que el PSOE ha despedido por menos que eso.

Dentro de una horas la Real disputará el partido del mes -en el sentido ginecológicode la palabra-, pero nada garantiza que en siete días no tenga que afrontar otro y en quince, el definitivo. Ya hay por las calles de San Sebastián grandes ‘forofos’ cuyos abdómenes están sometiendo en estos momentos la camiseta blanquiazul a una prueba de estrés de la que difícilmente saldrá indemne.

Y encima, toca contra el Zaragoza, una de nuestras rivales en la carrera hacia el 2016. Una encuesta en torno a las preferencias populares sobre el terreno en el que más desearía ganar arrojaría resultados desoladores, una prueba más de la urgencia con la que aspiramos a la Capitalidad Cultural. En ambos casos, nuestro gran rival a batir es la realidad.

Hoy hay que ganar o ganar. Es una cuestión de vida o muerte, aunque el fútbol sea mucho más importante que todo eso. No obstante, en este trance oscuro, conviene relativizar: lo peor que puede pasar es que la Real acabe jugando la próxima temporada en Segunda División, curiosamente, la única categoría que ha deparado algún alegrón a los aficionados txuriurdin en los últimos años. A ver si hay suerte, esta noche resuelve sus problemas y nos deja caminar solos, aunque sea durante un ratito.