Dice la teoría que, a pesar de los estragos causados por el pensamiento único, aún es posible sostener posiciones políticas encontradas en torno a los grandes temas. Estos desencuentros se van reduciendo a medida que se desciende la escalera institucional, hasta llegar a la municipalidad, en donde toda diferencia ideológica se diluye en medio de las turbulentas aguas de eso que, por convención, llamamos gestión.

El debate celebrado anoche en TeleDonosti entre los candidatos de Bildu (Juan Carlos Izagirre), Haimakabat (Iñaki Galdos), Ezker Batua (Kintxo Gomez) y Aralar (Ainhoa Beola) fue la ‘zona cero’ del consenso.

En puridad, resulta imposible hablar de debate para referirse a algo que no pasó de ser una sucesión de alocuciones aisladas y pronunciadas de acuerdo con un guión escrito en hormigón armado. Así, a la pregunta de cuáles eran sus respectivas posturas sobre cualquier tema, el primer candidato respondía: “Se ha hecho mucho, pero hay que hacer más”, el segundo añadía: “Y, sin duda, mucho mejor”, el tercero apostillaba: “Y más rápido”, y el último concluía: “Coincido con lo que ya se ha dicho aquí”.

El esquema se repitió una y otra vez en cuantos asuntos propuso la presentadora -desde vivienda a cultura, pasando por la movilidad, el euskera o la seguridad ciudadana-, hasta el punto de que ya en el minuto quince de programa, el representante de Bildu -a quien sus contricantes insistieron en rebautizar como ‘Joxean’ o ‘José Luis’- se sintió impelido a preguntarse en voz alta si algo de todo aquello tenía algún sentido, dada la ausencia de la pieza a cobrar, es decir, el alcalde o en su defecto, alguno de sus principales rivales.

El encuentro de anoche escenificó la necesidad que en política hay de saber alcanzar desacuerdos, aunque en el camino haya que renunciar a todos tus principios. Los candidatos se empeñaron en conseguirlo y acuciados por la necesidad de marcar perfil propio, forzaron la situación recurriendo a temas remotos que ni siquiera formaban parte del temario.

Es posible que alguna vez se haya celebrado algún debate electoral más adormidero que el de ayer, pero de ser así, confieso aliviado que me lo debí perder. Al final, doblegados por la tozudez de los hechos, los cuatros candidatos confesaron su disposición a alcanzar acuerdos con cualquier otra fuerza, una vez celebrados los comicios, aunque quizás deberían haber explicado qué extrañas razones les han impedido hacerlo ya.