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Alberto Moyano

El jukebox

Te lo estás pasando mucho mejor de lo que crees

Con el paso de los años, la condición de visionario ha ido mutando de forma paralela a la profesión de meteorólogo, al que ya no se pide que en sus partes matutinos acierte con el tiempo que va a hacer, sino tan sólo que informe del que en esos momentos está haciendo. Por desgracia, es frecuente escucharles bajo un cielo encapotado que “aunque el sol lucirá durante las primeras horas del días, las nubes irán cubriendo el cielo según avance la jornada”.

El mérito del visionario no radica en ver cómo serán las cosas, sino en la capacidad de verlas de acuerdo con los propios deseos. En este punto se sitúa el obispo Munilla, quién ayer mismo aseguraba que “los jóvenes vascos tienen más valores cristianos de lo que a primera vista quepa suponer”. Y de los que ellos mismos llegan a sospechar, le faltó añadir.

Dejando al margen que lo mismo, pero al revés, podría aplicarse a buena parte de la jerarquía católica, Munilla olvida que la proporción entre los jóvenes vascos que en la mañana de ayer estaban durmiendo la mona y la de los que asistían a la misa en honor a la Virgen sería probablemente de cien a uno.

Este hecho no debería contemplarse desde la Iglesia como un fracaso, sino como un reto o incluso como una promesa de que la cantera es inagotable. Desde San Ignacio al menos, sabemos que la única fidelidad fiable es la del converso y que a la larga no hay mejor santo que el que viene ya pecado de casa. Cada vez que me he cruzado con una columna de JMJ’s no he podido evitar el pensamiento de que me encuentro ante un ejército de futuros divorciados y divorciadas en estado latente, quién sabe si beneficiarios de la anulación matrimonial, según sea su disposición económica, porque una los excesos de juventud recatada tienden a equilibrarse con una madurez disoluta.

El Altísimo ha impuesto al obispo la más dura prueba que pueda afrontar un discípulo disciplinado: ejercer el apostolado desde la más absoluta ausencia de empatía. Cada vez que habla Pagola parece que llama a tu puerta el electricista en día de apagón; en cambio, cuando lo hace Munilla es como si cayera el rayo que te deja sin luz.

Por otra parte, es de justicia reconocer que el discurso del obispo entronca plenamente con el de esos donostiarras profesionales -en su mayor parte, vinculados al negocio de la hostelería- que -con un ojo puesto en sus terrazas y el otro, en la caja registradora- proclaman que la Semana Grande es mucho más divertida y transgresora de lo que “a primera vista quepa suponer” y que los donostiarras se lo están pasando mucho mejor de lo que jamás llegarían a sospechar ellos mismos, discurso que si bien peca de voluntarista, admitiría perfectamente el habitual remate de Munilla: “… pero menos de lo que nuestros dios misericordioso tiene derecho a esperar de nosotros”.


agosto 2011
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