De dios se podrán decir muchas cosas, pero lo que resulta innegable es que a la hora de elegir a su representante en la tierra ha demostrado una gran versatilidad, huye del encasillamiento y apuesta siempre por los papeles arriesgados.
Así como en los setenta se dedicó a grafitear las paredes de Londres con la confesión”Clapton Is God” y en los ochenta interpretó a Madonna, en la actualidad es Messi, dejando a Ratzinger de guardia los días en que no hay partido.
Benedicto XVI -B16 para la prensa deportiva- inicia hoy su tercera visita a una monarquía futbolera politeísta, en la que el Barça ejerce de reserva espiritual, mientras el Madrid reincide en el cisma, oficiando un fútbol preconciliar: en latín y de espaldas al público.
Si Benedicto XVI habla hoy de los peligros del relativismo moral, sus
frases deberían ir mañana titulando la portada del ‘Marca’ para que Florentino Pérez
tome buena nota porque porque no se puede ir por la Liga en actitud de
“perder a cualquier precio, cueste lo que cueste”. Incluso para fracasar hay límites que no deben traspasarse.
Toda la polémica en torno a la visita del Papa pivota en torno al coste y sufragio de la misma, un McGuffin que solapa el auténtico debate. Cifrada en unos 50 millones de euros, el presupuesto de la visita podría destinarse a la creación del fondo que reclama la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) para desconvocar la huelga y permitir así que sus clubes de fútbol sigan viviendo como si fueran diócesis, esto es, por encima de sus posiblidades, a la postre, la única religión verdadera en España.
Por otra parte, planteada en estos términos, la discusión ofrece la falsa impresión de que si el viaje papal generara beneficios los 15-M se convertirían en católicos de estricta observancia vaticana, mientras que si se demostrara que provoca pérdidas, los JMJ se harían apóstatas, cuando en realidad es obvio que aquí se están ventilando otros asuntos y ningún balance de cuentas alteraría la relación de fuerzas entre los bandos enfrentados.
En este punto, cabe recordar que el fútbol apenas tiene un siglo de existencia, mientras que la Iglesia Católica ha cumplido ya los dos mil años. El hecho de que este domingo no haya partidos,
pero las misas mantengan sus horarios en las parroquias
habituales ayuda a entender las razones de este éxito incontestable.