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Alberto Moyano

El jukebox

Acampada Bárcenas

Fue el primero en acampar, y no frente a la sede de un partido político, sino en su interior; se graduó como ‘okupa’ permaneciendo dentro cuando todos creían que ya se había ido; sacó a la luz la corrupción institucional por el expeditivo método de practicarla con fruición en primera persona; consiguió que a los que nunca les tiembla la mano les temblara la voz; y sustituyó el melifluo “sí se puede” por el más elocuente “vais a flipar”. Bárcenas es el ‘gran indignado’ y si no arrastra tras de sí una enorme batukada es tan sólo porque no cabrían todos en el taxi, la única patria de este nómada urbano que no entiende otra vida que ‘in itinere’.

En un rapto de modestia, ha atribuido ante el juez su enorme fortuna a una cierta habilidad en Bolsa y en la compra-venta de obras de arte, ninguna a la altura de su propio ‘happening’. Bárcenas ha repartido tantos sobres que hasta una plusmarquista salarial como Dolores de Cospedal sucumbe en el intento dotar de un mínimo coherencia a la narración de sus peripecias por las entrañas de Génova. El escritor Juan Francisco Ferré se fue a buscar a Francia a una suerte de Strauss-Kahn que protagonizara el ‘Karnaval’ con el que ganó el Premio Herralde, cuando tenía delante de sus narices al gran depredador del sistema, esta mutación de larva que anida en su interior con el único objetivo de eviscerarlo antes de de provocar su implosión con todas las garantías.

Su indescriptible abrigo de la suerte ha permitido a Bárcenas disfrazarse de Al Capone y todos hemos picado, cuando en realidad era tan sólo su tesorero. Y si en ‘Los intocables de Eliot Ness’, los incorruptibles agentes de Kevin Costner debían escoltar al contable para que no lo liquidara el gran ‘capo’, ahora sucede justo al revés: es el PP el que requiere de urgente protección para impedir que su administrador lo abra en canal. Mientras se desmantela el estado del bienestar y se reducen a escombros las condiciones laborales ante la mirada bovina de los sindicatos de clase, el ‘gran indignado’ ha puesto pie en pared, llevando su caso a magistratura y apuntándose a continuación en el paro, que para algo le han cotizado tantos años. En resumen, que si no le dejan esquiar, no les dejará dormir. Y sí, sí se puede. O dicho en pálabras de Bárcenas, “por mis santos cojones que se puede”.

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