Los creadores de «falta de liderazgo en la Capitalidad Cultural», «el programa incurre en un exceso de localismo» o «hay injerencias políticas» en el proyecto realizaron ayer una fugaz visita relámpago a Donostia para certificar que todo va bien y que las críticas tan sólo sirven para desprestigiar a la ciudad. Sucede que soy un periodista donostiarra, pero cuando tengo que elegir entre el uno y el otro, siempre le doy la razón al primero, aunque sólo sea porque no me pagan por haber nacido donde nací, como por ejemplo le sucede a Rafa Nadal con Baleares. Siento nostalgia de aaquellos tiempos en los que, sin entender muy bien el proyecto, comprendía a las personas. A las urgencias formuladas desde la propia Oficina de la Capitalidad para que se nombre cuanto antes un director general, Steve Green y Ulrich Fuchs respondieron restando importancia al cargo. A imagen y semejanza de los eurócratas que todos los días certifican la recuperación económica de la economía española, los dos expertos europeos realizaron un diagnóstico exuberante de la marcha de Donostia 2016 en unos términos que hasta ahora, ni los más entusiastas se habían atrevido a formular. En cuanto a la falta de una dirección general, insertaron esta circunstancia en un contexto de normalidad tan habitual en este tipo de procesos que quienes asistimos a la comparecencia acabamos lamentando que Itziar Nogeras no dimitiera antes, mejor y más veces. Y ya, en pleno arrebato místico, nos explicaron que la vida es crisis, la crisis, crecimiento y no es posible crecer sin dolor. Antes de concluir, impartieron una lección de periodismo británico para explicarnos a quienes creíamos que «el diablo se oculta en los detalles» que éstos carecen de importancia, lo relevante es «el panorama general».
Ahora sólo falta aguardar unas semanas para comprobar si el informe que los miembros del comité europeo transmite tanta alegría o, por el contrario, trasluce los terrores que, en materia de plazos, patrocinios y financiación, dejaron entrever en algunos de los encuentros privados que mantuvieron ayer. Esperamos impacientes, silbando la vieja canción de Dylan que encabeza el post.