En el crepúsculo de la administración Bush y mientras el todavía presidente de EE UU repasa lo que modestamente considera posibles errores de su gestión, crecen las sospechas de que las intenciones originales de George no pasaban de agitar ligeramentel tablero de las relaciones internacionales, como quien patea latas de cerveza vacías.
De hecho, las culpas de todo recaerían, una vez más, en las malas compañías, encarnadas, en este caso, en la persona de Aznar, responsable de aportar el aparato ideológico a tanto desmán. En este contexto, el gesto de poner las piernas encima de la mesa sería su mayor aportación en el plano teórico a la construcción del nuevo orden internacional.
Los adictos al cinismo encontrarán materia de regocijo en la enésima desvelación de que el Gobierno del PP estaba al tanto de los siniestros vuelos de la CIA que hacían escala en España en su periplo hacia la burbuja legal de Guantánamo. Fueron, sin duda, vuelos de alto riesgo por cuanto cualquier escala en un aeropuerto español se puede traducir en estancia de semanas a poco que coincida con una de esas huelgas del personal de tierra que convierten las instalaciones en campos de refugiados.
De hasta qué punto reacciona a los estímulos mediáticos el Gobierno español da cuenta el hecho de que lo que no consiguieron el Parlamento Europeo ni la Audiencia Nacional, lo ha logrado la prensa: la creación de una comisión de investigación en el Ministerio de Asuntos Exteriores, que buceará en sus propios intestinos en busca de pruebas.
Por cierto, si, tal y como parece, los vuelos continuaron durante el mandato de ZP estaríamos ante un inmenso ejercicio de ilusionismo en el que la retirada de tropas de Irak encubriría un servilismo al Gobierno de Washington como no ha habido otro en Europa, con la posible excepción de Italia.
Todo esto ya fue desvelado en su día por el equipo de investigación del ‘Diario de Mallorca’ y glosado posteriormente por los correspondientes medios de difusión nacional, pero si se trata de esparcir cortinas de humo que jibaricen la situación económica, los ciudadanos estamos dispuestos a simular que nos escandalizamos por el mismos motivo hasta un par de veces más. Eso sí, que no nos pidan frescura, que es algo que se va perdiendo a fuerza de repetir.