Mientras mantiene su actividad aplicando estrictamente al pueblo vasco el esquema del maltratador de mujeres, ETA continúa perdiendo la cabeza con más frecuencia que ni Pajares podría igualar.

Una hipotética teoría conspirativa señalaría la posibilidad de que ETA sostenga una cúpula permanente con el único objetivo de mantener entretenidas en su
localización a las fuerzas de seguridad, a modo de maniobra de
distracción.

De hecho, esta precariedad no afectaría especialmente a su funcionamiento, por cuanto, al contrario de lo que le pasa a ‘la solitaria’, el cuerpo genera la cabeza y no al revés. La referencia más directa en la que se inspira la organización se encuentra en ‘Sleepy Hollow’, cuyo jinete decapitado se bastaba y sobraba para aterrorizar al poblado y sus alrededores.

Aunque se ha ponderado mucho la capacidad de la organización para regenerar su
cúpula sería más preciso hablar de su capacidad para funcionar sin
la misma. Al fin y al cabo, si hasta en las treguas hay atentados y ya sabemos cómo acaban éstas, uno
se pregunta para qué habría de necesitarla.

Desde el punto de vista mediático, lo cierto es que la repetición constante de un hecho produce dos consecuencia. Por un lado, relativiza su repercusión. En el caso que nos ocupa, la jefatura cae con mucha mayor frecuencia que la tropa. Tras el arresto de los sucesivos números uno, habría que empezar a barajar la posibilidad de hablar del número 1,5 de  ETA, del número 0,5 o incluso del número pi de ETA.

Por otra parte, hace que una de las partes se contagie de los modos y maneras de la otra. En su comparecencia de ayer ante la prensa para dar cuenta de la detención, el ministro Rubalcaba insistió tanto en que los jefes de ETA serían detenidos una y otra vez, una y otra vez, que sólo le faltó cerrar el acto profiriendo gritos de ‘jo ta ke, irabazi arte’.