El discurso navideño del Rey volvió a saldarse con un enorme éxito de audiencia y un espectacular share entre los portavoces de los distintos grupos parlamentarios. En esta ocasión, el protagonista fue -cómo no- la crisis económica. “Hay que tirar el carro”, fue el mensaje del monarca, en un discurso preñado de humanismo.

Las reacciones entre ese sector social que aún escucha las palabras reales se han dividido entre las que quienes suscriben cada letra del discurso y los nacionalistas, que han mostrado su disconformidad, decepcionados quizás porque Borbón y Borbón no terminara su alocución con un “muerte al Borbón” o incluso quemando la foto de Marichalar, al socaire de los tiempos que corren.

Lo cierto es que a fuerza de repetitivo, los ciudadanos han desarrollado cepas de resistencia frente a este espacio televisivo intrínsecamente navideño, hueco como un buñuelo de viento pero correoso como un polvorón a la hora de tragar.

De cara a posteriores ediciones, conviene ir pensando en la posibilidad de ir un paso más allá, de forma que este clásico de temporada haga síntesis con el otro título ineludible: el anuncio de Freixenet. Se despacharían así dos citas de esas ineludibles en una sola y si coincidiera en su emisión con el último anuncio del año el pleno sería total. Y si el rey se resiste, que contraten al Gabino Diego de turno.