El principal aliado de España en materia de lucha antiterrorista visita Madrid del brazo de Carla Bruni, precisamente, su brazo armado. A pesar de que Nicolas Sarkozy llega para abordar asuntos de crucial importancia, los flashses se cebaron con su actual esposa, especialmente en los momentos en los ésta coincidió con Letizia Ortiz, uno de esos duelos que los futboleros definírían como un clásico, en este caso, entre la curva y la línea recta.

Tras visitar junto a los reyes, los príncipes y una colección de autoridades el museo de El Prado, todos juntos marcharon al Palacio Real para disfrutar de una distinguida cena a base de antivirales en los verdes y chuletillas de cerdo caramelizado a baja temperatura en su propia fiebre.

Durante la cena de gala, se habló de todo, excepción hecha de una serie de temas desaconsejados por cuestiones de protocolo. A saber: los Rolling Stones -Carla estuvo liada con Mick Jagger-, las guitarras -Carla estuvo liada con Eric Clapton-, el cine europeo -Carla estuvo liada con el actor Vincent Pérez-, los magnates -Carla estuvo liada con Donald Trump-, la literatura -Carla estuvo liada con el editor Jean-Paul Enthoven- y las relaciones bilaterales -Carla estuvo liada con el hijo del anterior, el filósofo Raphaël Enthoven-. También se obvió el arte moderno -el ex cuñado de Letizia es escultor-.

Así las cosas, le petit Nicolas rompió el hielo explicando que es rigurosamente falso padezca hiperactividad en fase aguda y aclaró que si practica con éxito la eyaculación precoz es únicamente, bien sûr, en atención a su apretada agenda. Todo esto lo contó mientras daba cuenta de los entrantes, se comía su pan y el de al lado, negociaba una liberación de rehenes en el Congo, respondía un par de SMS y acariciaba un muslo -se ignora quién era su propietario- bajo la mesa.

Hoy, Sarkozy se reunirá con el presidente Zapatero, de quien sospechaba hasta ahora que es tonto, aunque este juicio podría haber variado sustancialmente tras su encuentro de ayer con Rajoy y la posterior velada en Palacio.