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Asier Manrique

El fotograma

‘La invitación’, la importancia del ritmo y la forma

La invitaciónLA INVITACIÓN

Título original: The Invitation

Año: 2015

Duración: 100 minutos

País: Estados Unidos

DirecciónKaryn Kusama

GuionPhil Hay, Matt Manfredi

MúsicaTheodore Shapiro

FotografíaBobby Shore

RepartoLogan Marshall-Green, Michiel Huisman, Tammy Blanchard, John Carroll Lynch,Mike Doyle, Emayatzy Corinealdi, Karl Yune, Toby Huss, Marieh Delfino,Michelle Krusiec, Lindsay Burdge, Aiden Lovekamp, Jordi Vilasuso, Jay Larson y Danielle Camastra

ProductoraGamechanger Films / The Invitation / Lege Artis

Género: Thriller / Terror

Will y Eden perdieron a su hijo años atrás. La tragedia afectó su relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana. Un día, Eden regresa a la ciudad; se ha vuelto a casar y en ella parece haber cambiado algo, convirtiéndola en una presencia inquietante e irreconocible incluso para Will. (FilmAffinity)

Llegué hasta ‘La invitación’ por casualidad. Un día el aburrimiento me llevó a abrir Netflix y la plataforma me recomendó ver este thriller del año 2015 que aborda el tema de las sectas. Aunque tuve dudas sobre su premisa, me decidí a verla. Un acierto.

La invitación

‘La invitación’ es una película con una premisa muy sencilla y un desarrollo simple. Una pareja lleva separada un par de años, desde que perdieron a un hijo y se divorciaron. Ambos han rehecho su vida por separado, tienen sus respectivas parejas y, tras dos años sin saber nada del otro, ella le invita a él y a un grupo de amigos, al que tampoco ha visto en este tiempo, a una cena en su casa.

Desde el principio, la perspectiva del espectador se sitúa en los ojos de Logan Marshall-Green, el protagonista de la cinta. Él se plantea las cuestiones, vive momentos de confusión, se encuentra fuera de lugar y es el filtro que nos hace ver el escenario. Únicamente en las escenas donde vemos a todos los personajes se dispersa el foco de él y se va posando en el resto.

Como buen thriller, el espectador debe cuestionarse cosas. Así, cuando la pareja anfitriona, y sus dos nuevos amigos, les muestran un vídeo del grupo de apoyo en el que están, nos planteamos como espectadores inmediatamente qué es lo que realmente hace ese grupo. Nos genera rechazo, pero no por ello dejamos de mirar, queremos saber más.

La invitación

Pero lo que mejor funciona en ‘La invitación’ es que esas dudas no van en una sola dirección, también las planteamos hacia el protagonista. Su versión queda en duda en más de una ocasión y se nos plantea la opción de estar ante una serie de alucinaciones.

El otro gran acierto de ‘La invitación’, película premiada en el Festival de Sitges como mejor película, reside en su ritmo. Pasamos de un pausado inicio, a un borroso desarrollo y un apoteósico final. Los dos primeros actos comparten el ritmo lento, y deja la sensación de que la película no terminará por explotar en ningún momento. Pero es entonces cuando, de forma abrupta, irrumpe el tercer y último acto, un ejercicio de ritmo poderoso.

La invitación

En contra, lo arquetípica que puede llegar a ser en todo su desarrollo. Aunque nos pille desprevenidos, sabemos que muchas de las cosas que ocurren van a ocurrir. Es un thriller, esperamos algún sobresalto, algún susto, y se nos da lo que esperábamos.

El reparto lleno de nombres poco conocidos es un gustazo. Una película donde dejamos de estar pendientes de, este actor hizo tal papel o no le veo aquí después de haber hecho tal es siempre de agradecer.

Lo mejor: Un ritmo cuidado y el final.

Lo peor: Peca de previsible y arquetípica.

La invitación

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