LA CENA DE LOS IDIOTAS
Título original: Le Dîner de cons
Año: 1998
Duración: 77 minutos
País: Francia
Dirección: Francis Veber
Guion: Francis Veber
Música: Vladimir Cosma
Fotografía: Luciano Tovoli
Reparto: Thierry Lhermitte, Jacques Villeret, Francis Huster, Daniel Prévost,Alexandra Vandernoot y Catherine Frot
Productora: Gaumont International / Gaumont / EFVE / TF1 Films Production / TPS Cinéma
Género: Comedia
Sinopsis: Pierre Brochant y sus amigos organizan todos los miércoles una cena que es una especie de apuesta: el que invite al idiota más extraordinario será el ganador. Una noche, Brochant está pletórico: ha encontrado una auténtica joya, un idiota integral. Se trata de François Pignon, un chupatintas del Ministerio de Finanzas con una gran pasion por las construcciones hechas a base de cerillas. Lo que Brochant ignora es que Pignon es un auténtico gafe, un maestro en el arte de provocar catástrofes. (FilmAffinity)
Algo bueno tiene el cine sobre todas las cosas: la falta de complejos. No les importa reírse de todo, de ridiculizarse a ellos mismo, de rascar en las partes más oscuras de su historia… Es un cine hecho a pecho descubierto, sin miedos. Pero esta forma de tomarse su cine es especialmente interesante cuando a la comedia se refiere. Mientras en España hemos adquirido el miedo a lo que dirán, a los ofendiditos, en Francia van de frente y son capaces de hacer comedias descacharrantes y muy poco políticamente correctas como ‘La cena de los idiotas’.
‘La cena de los idiotas’ es una comedia tremendamente clásica en su planteamiento. Muy pocos personajes, un guion que plantea un enredo y golpes de efecto. Pero aquí no se sustenta sobre risas enlatadas, sobre chascarrillos mil veces oídos. La historia fluye como pocas veces se ha visto en la comedia moderna. Los personajes interactúan, charlan y actúan como si lo hicieran si fueran personas reales. No ocurre nada que sea excesivamente llamativo, pero en esta suerte de casualidades encadenadas el espectador sale ganando.
La diferencia principal con el remake que los americanos hicieron en 2010 es claro ejemplo de cómo no se hace comedia. Mientras la versión original francesa no tenía miedo de ofender, de pisar en arenas movedizas, de resultar molesta a momentos, los americanos optaron por una comedia blandengue, blanca. El riesgo es peligroso, pero de hacerlo bien es mucho más satisfactorio. Ocurre lo mismo con ‘Un funeral de muerte’. Mientras la versión original británica es mordaz y enormemente divertida, la americana es una versión blanda y olvidable.
El cine europeo tiene sus cositas, pero cuando se luce se luce de verdad. La ventaja de no tener una industria que produce productos como churros es que se pueden crear películas personales como esta. El espectador olvida las comedias americanas modernas, todas cortadas por el mismo patrón, pero no se olvida de ‘Pretty Woman’ y otras tantas que en su momento pusieron una pica en Flandes. Lo mismo pasa con ‘La cena de los idiotas’, una auténtica obra de arte que nos retrotrae a las comedias clásicas y que prefiere buscar la complicidad de un público con criterio al de la carcajada facilona y olvidable. ‘La cena de los idiotas’ nace con el único pretexto de hacer reír.
La cinta se sustenta en unas interpretaciones formidables de actores que no son caras bonitas, son actores. Gente con tablas en la comedia, en el cine, en la televisión, gente que no acaba de llegar. Esta película funciona en buena parte gracias a que el excelso guion consigue coger forma de forma brillante por un reparto estelar. Los actores, especialmente la pareja formada por Jacques Villeret y Thierry Lhermitte, justifican el poco más de una hora que dura la película.
‘La cena de los idiotas’ es una comedia para el espectador que quiere reírse por encima de todo. Una comedia para el espectador que se ha librado de los complejos. Una comedia para quien no tiene miedo a ser políticamente incorrecto. Una comedia para quien sabe reírse de bromas y chistes realmente crueles.
Lo mejor: El brillante guion y su pareja de actores principales.
Lo peor: El final no es todo lo redondo que cabría esperar.