Creo que hay enfermedades psicosomáticas, males del alma que se reflejan en el cuerpo, resentimientos, miedos, angustias que se enquistan en nuestro interior y a los que no damos salida. No sabemos qué hacer con las situaciones dolorosas de nuestra vida y seguimos adelante…hasta que el cuerpo nos hace una llamada de atención. Porque eso es la enfermedad…un toque de queda.
Sin embargo, la cosa no es tan simple como parece. Quien ha estado viviendo durante años un malestar en su relación de pareja, por ej., sufriendo pero creyendo que puede soportar ese sufrimiento, ve menguada su capacidad de darse cuenta y pierde la perspectiva. ¿Quién si no seguiría con la relación sabiendo que su dolor se puede convertir en un cáncer de pecho?
Hace falta cierta serenidad para ser consciente, pararse a sentir, como digo yo, que mi vida se me va “cuesta abajo y sin frenos”, o que pasa por delante de mí sin yo vivirla, o que “me siento muerto en vida”, limitándome a simplemente estar y funcionar cual mueble de mi casa. Hace falta CONSCIENCIA.
Sí, creo que el trabajo interior que no hacemos en nosotros mismos, nuestro cuerpo se encarga de hacérnoslo saber porque es el más sabio de todos. Pero nunca, y digo NUNCA, le diría a una persona que está pasando cáncer, que la enfermedad se la ha creado ella. Por favor, encima del “marrón” que se le viene encima le echo la culpa de la enfermedad, qué absurdo y qué flaco favor.
A esa persona le diría que procurase estar lo más tranquila posible y así tener la mayor energía para hacer frente a su enfermedad. Si antes, cuando estaba “sana” no pudo ser consciente del sufrimiento que vivía, menos va a poder ahora arremeter con el cáncer y su relación de pareja a la vez.
Y cuando hubiere pasado todo ello, pediría ayuda profesional para preguntarme a mí misma por mis “dolores del alma”, qué llevo con entereza pero sin salir del malestar que me corroe por dentro, qué sigo amando aunque a mí no me amen, a quién sigo abrazando que sólo mis abrazos son los que siento, a quién hablo para no encontrar quien me escuche, con qué poco me conformo.
Entonces, sí, emplearía toda mi energía en liberarme de las ataduras que me tienen prisionera del “amor incondicional” porque no hubo nadie que entregándolo todo por amor, sin recibir a cambio, saliera indemne de semejante prueba.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze