El Maestro paseaba con su discípulo tranquilamente por el campo. Este, se
encontraba preocupado por un problema familiar que tenía en casa, y
se decidió a comentarle a su Maestro lo que sentía:
-“Maestro, me dicen que tengo que reaccionar ante el problema que tengo,
pero yo quiero ir a mi ritmo, sin forzarme, tranquilamente, como estamos
ahora paseando.”
Siguieron caminando hasta llegar a un río que fluía apaciblemente. En un
momento dado, el Maestro cogió una piedra y la tiró con fuerza al río. Luego
le preguntó:
-“¿Qué has observado que le pasaba al río al tirar yo la piedra?”
-“Que el agua saltaba del impacto del golpe y todo se movía alrededor”,
contestó el discípulo.
-“Entonces, no puedes seguir actuando tranquilamente cuando has recibido un
golpe. Si respondes a tu ritmo, no estás siendo consciente de lo que te pasa y
tienes miedo a lo que pueda ocurrir. Reacciona, muévete enérgicamente,
aunque al principio sea con rabia, como el agua que saltaba por el aire del
impacto de la piedra. Si expresas tu malestar, como el agua, ya irás
encontrando la manera de volver al reposo y a la paz, pero no ahora” -le
respondió el Maestro.
En las situaciones difíciles, no siempre es beneficioso ir a nuestro ritmo, dejando el tiempo pasar. Si nos están pisando el pie, necesitaremos pegar un brinco, reaccionando enérgicamente, para llamar la atención del que nos hace daño.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce