Cuando hablo por teléfono con una amiga al finalizar el día, hemos comenzado a poner la costumbre de intentar decirnos lo positivo que hayamos vivido. No siempre las dos tenemos que contarnos novedades porque, muchas veces, entre semana la rutina se impone, pero procuramos pensar en los pequeños momentos en que algo nos salió bien o, simplemente nos sentimos a gusto.
Puede ser que disfrutaste yendo a tu gimnasio, que pudiste terminar el trabajo en tu horario habitual sin tener que meter más horas o que te has preparado una cena que te apetecía. Nos deja con mejor sabor de boca hablar de sensaciones positivas que del compañero de trabajo que no nos dirige la palabra.
Sin embargo, no siempre es posible ver lo positivo, porque cuando nos sentimos con ganas de desahogarnos sí necesitamos hablar de lo que nos preocupa y nos genera malestar: “hoy me ha vuelto a doler la cabeza, así que no he podido tener el día tranquilo”, “hoy mi pareja se ha levantado torcido y ya me ha puesto nervioso desde la mañana”.
He llegado a la conclusión de que muchas preocupaciones que tenemos se nos repiten porque están presentes todos los días. Ese hijo que lleva una temporada que no hay quien lo aguante o la presión que nos meten en el trabajo. De manera que… ¿para qué hablar todo el rato de lo mismo? Si hace falta porque uno está muy cargado, vale, pero si es lo mismo de siempre, mejor intenta pensar en los pequeños momentos en los que pudiste disfrutar.
Al finalizar el día, te vas con mejor cuerpo a la cama si recuerdas esas risas que te echaste con el compañero de oficina o ese abrazo con el que alguien te sorprendió. No pretendas que sea nada especial o novedoso, puede ser algo tan sencillo y del día a día que casi no le prestes atención. Pero todos tenemos algún pequeño momento en el que nos relajamos y nos sentimos bien.
Lo más importante: intenta hacer este ejercicio tú solo, aunque no lo hables con nadie. Cuando llegues a casa hoy después del trabajo, acuérdate de qué momentos positivos has tenido a lo largo del día, seguro que recordándolos… te sale una sonrisa en tu cara.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce