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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

Mi regalo de Reyes para ti

 

Te quiero ofrecer una pequeña inyección de autoestima, algo a lo que puedas recurrir cuando estés en horas bajas o el desánimo te invada. Después de leerlo, practica este ejercicio con los ojos cerrados.

Imagínate que estás en medio de la naturaleza, sentado en la hierba, contemplando los montes que hay a tu alrededor, en un día precioso para ti. Has encontrado un lugar en el que estar tranquilo y en silencio, y has decidido pararte a disfrutarlo.

En un momento dado, sientes las ganas de tumbarte en la hierba cuan largo eres y abrir tus brazos y piernas para dejar que todas las sensaciones físicas entren mejor por tu cuerpo. Encima de ti, contemplas el cielo limpio con algunas nubes con sus formas caprichosas y bandadas de pájaros que vuelan migrando hacia otro lugar.

Todo fuera de ti está en paz. No hay ruidos ni agitación. Y tú también te sientes tranquilo y relajado. No tienes que ir a ninguna parte ni ahora tienes que hacer nada más que estar ahí tumbado mirando el cielo y los pájaros volar.

Te apetece cerrar los ojos y llevar la atención a tu respiración. Observas el ritmo de tu respiración, cómo inspiras y cómo dejas salir el aire, cada vez más lentamente, sin prisas. Puedes coger el aire desde debajo del ombligo, desde el vientre, y después de la espiración, vuelves a reposar unos segundos en el vientre, hasta que sientes la necesidad de volver a inspirar. Todo va ocurriendo de la manera más natural, sin forzar nada.

Ahora, mientras respiras, vas a decirte en silencio una pequeña frase. Al inspirar te dices: “Soy”, y al espirar te dices: “Paz”. “Soy Paz” es la frase que acompañas al ritmo de tu respiración. La vas diciendo lo más lentamente que puedas y lo más atentamente que puedas, aunque tu atención dure una fracción de segundo, no importa, vuelves a repetir tu frase en silencio.

Te dices la frase sin analizarla ni pensar sobre ella. Sólo basta que la digas sinceramente, creyendo en ella. Sabes que ahora puedes tener momentos en tu vida en los que no estás reflejando esa paz, pero sientes que estar en paz es lo que mejor te hace sentirte y como te sientes más tú mismo.

Sigues repitiendo la frase en silencio. “Soy” al inspirar, “Paz” al dejar salir el aire. Sigue así, tumbado en la hierba, en la tranquilidad de la naturaleza, diciendo esa frase que va calando cada vez más en ti. No tienes ninguna prisa ni nada que hacer más que estar en silencio diciendo tu frase al compás de la respiración. Déjate estar así un cuarto de hora.

Ahora, para finalizar, abres y cierras tus manos y tus pies, para recuperar tu tono muscular habitual, respiras varias veces ampliamente y abres los ojos. Te incorporas y te quedas sentado sobre la hierba, tranquilamente.

Te sientes tranquilo y relajado. Te sientes en paz. Disfrutas de unos minutos contemplando de nuevo el paisaje y, poco a poco, te levantas y, en silencio, echas a andar.

 

Caminamos…Belén Casado Mendiluce

belencasadomendiluce@gmail.com

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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