Últimamente ando pensando qué nos lleva a las personas a romper relaciones, de amistad o de trabajo, cuando surge alguna dificultad. Algunos se avienen a tener conversaciones para aclarar el malentendido y otros optan por cortar radicalmente sin querer saber nada más del otro.
Soy consciente de que no todo se soluciona hablando, sobre todo cuando una de las dos partes no se da cuenta de lo que nos hace daño y lo sigue repitiendo una y otra vez. Entonces la distancia es el mejor remedio en vez de intentar inútilmente aclarar las cosas.
A veces, lo que nos hacen o nos dicen nos toca una fibra sensible, un punto que nos tiene “agarrados por dentro”, que no sabemos cómo manejar y que el otro al poner su dedo ahí provoca un rechazo visceral en nosotros. Entonces, reaccionamos como animal herido y mandamos todo a tomar viento fresco.
Es bueno pararse a sentir si mi reacción dice algo de mí que no me había dado cuenta o me cuesta ver: que no me sé manejar bien con el dinero, que no me atrevo a separarme por miedo o que no soporto mi soledad. Comprendiéndome a mí misma puede resultar innecesaria la respuesta de “rompe y rasga” que antes habíamos dado al que nos había ofendido.
Nos solemos quedar tranquilos cuando nos alejamos de la persona que nos ha molestado, pero no estaría mal que nos preguntáramos, a solas y en silencio, qué de verdad hay en lo que nos ha pasado, para que no se nos pase por alto lo que tiene que ver con nuestra manera de ser y no con la del otro.
Es más fácil poner al “enemigo” fuera de uno que darse cuenta de que lo tienes dentro de casa y que es…uno mismo. Que puedes tener un tirano dentro que no para de machacarte y te duele cuando te dicen que intentas controlarlo todo. Que vas pidiendo consejo a diestro y siniestro y te duele cuando te dicen que vas de víctima. Que tienes un sentido exagerado de lo que está bien y está mal y te duele cuando te llaman rencorosa.
Hay muchas actitudes en uno mismo que son muy sutiles y que sólo las vemos al vernos reflejados en el espejo que nos devuelven los demás. La intensidad de cómo reaccionemos frente a una ofensa nos puede dar la medida de hasta qué punto somos conscientes o no de cómo somos.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze